INDICE, LECCIÓN 13

Bejar08

J.B con hielo

Hoy tocaba hablar de la resaca después de la fiesta. No lo haré,  por mesura, porque no hay que hacer sangre en situaciones tan dramáticas como las que estamos viviendo.

Es verdad que resulta difícil escribir en escenarios tan peliagudos (a mí me cuesta), pero vamos a intentarlo; buscando un lado positivo y sin tocar esta pandemia que nos tiene a todos sumidos en la zozobra y la intranquilidad.

Esta larga clausura invita, entre otras cosas, a recolocar estantes, hacer limpieza, comentar historias y aprender a convivir en familia las veinticuatro horas de una sucesión de días interminables y cansinos, y muchos de vosotros residiendo en pisos pequeños, con falta de espacio. No es fácil, algunos lo habréis comprobado, hay que aguantar comportamientos mutuos y roces que a veces se hacen insoportables.

Bueno, pues en una de esas limpiezas he tropezado con mi enciclopedia de grado; aquella de los años cincuenta del siglo pasado que en las escuelas usábamos para los dos ciclos. Se llamaba NUEVA ENCICLOPEDIA ESCOLAR. Se compraba por 47 pesetas.

 

Era muy completa y dejando de lado el adoctrinamiento religioso y la parte de la moral católica y cristiana,  nos enseñaba Lengua española, Aritmética, Geometría, Física, Química, Fisiología, Historia natural, Geografía e Historia de España. Lecciones básicas para el conocimiento de niños hasta catorce años (creo)

Pero quiero referirme a un apartado de ella; la ley.

Dice este capítulo que las leyes deben ser justas. Deben de ser hechas por hombres sabios y rectos y que nadie puede alegar ignorancia-La ley nos protege, nos organiza y evita riñas y disputas.

Que existen una ley escrita, también llamada positiva, y otra no escrita,  que se lleva en el corazón de las personas, grabada en nuestra conciencia y que vamos a llamar ley natural o costumbre.

Esta última se traspasa de padres a hijos y va impresa en el quehacer diario de una sociedad. Así somos capaces de discernir lo bueno de lo malo y lo justo de lo injusto.

Dentro de esta cotidianeidad diaria hay una sujeción a reglas. En las escuelas existe un horario, un temario y una organización de clases. En el trabajo ocurre algo parecido, un turno una labor, una agenda diaria; y en la familia debe de existir un orden; hora de comer, de llegar a casa, de levantarse, de acostarse, de ver televisión, reparto de tareas domésticas,  tiempo de jugar, de estudiar, etc. Si no existe una táctica ordenada, unos deberes compartidos, unas reglas; mal vamos.

Y en la sociedad ocurre lo mismo; respeto a los demás, sea una autoridad o el vecino del quinto. Por esto deberemos de demostrar una moral, un civismo y una educación acorde con los principios que rigen nuestro entendimiento y nuestra conciencia. Esto se resume en una corta frase; no quieras para los demás lo que no desees para ti. 

Es buen momento para aplicar en nuestros hogares estas reglas tan antiguas como positivas y aprender a convivir en familia, a valorar lo que tenemos y lo que podemos perder. A distribuir y compartir espacios, ordenar los tiempos, expresar inquietudes, cambiar de hábitos, dejar hablar, escuchar, acercar diferencias y dar uno la vuelta a comportamientos incorrectos.

En la calle demostrar ese civismo que llevamos innato; no se corre y se atropella, no se dan voces; debemos mostrar amabilidad, ser agradables, atentos y sociables.

Bueno, todo esto no es nuevo, ya lo reflejaba mi enciclopedia de 1955. Hace nada menos que 65 años. Toda una vida.

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