Niños y mayores encuentro de miradas en Navalafuente

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«Dime y lo olvido, enséñame y lo recuerdo, involúcrame y lo aprendo». Nosotras, como maestras, no podemos estar más de acuerdo con esta cita de Benjamin Franklin. Y es que no hay mejor forma de aprender algo si no es experimentándolo, y más aún si se trata de aprender valores como el respeto, la solidaridad, la cooperación o la ayuda.
El 7 de diciembre, los niños del colegio de Navalafuente, fuimos a visitar a los abuelos que asisten al centro de día.
Una semana antes de la visita estuvimos preparando unos adornos navideños para regalárselos. Aprovechando los trabajos que estábamos realizando en el aula en relación al otoño, pintamos unas hojas de platanero y las colocamos un lacito rojo.
Al vernos entrar por la puerta, nos regalaron la mejor de sus sonrisas unida a una infinita alegría y curiosidad infantil. Nosotros nos acercamos y les entregamos nuestras hojitas decoradas que reservaron para adornar el centro. Todas excepto una, que fue colocada por el abuelo encargado de poner la fecha en el calendario. {phocagallery view=category|categoryid=748|limitstart=0|limitcount=0}
Abuelos y niños fueron acercándose unos a otros. Los unos de forma estática pero invitando con los brazos abiertos a que se aproximaran a ellos y compartieran la alegría que llevaban dentro. Los otros correteando por la sala, buscando ese abrazo amigo que calmara su necesidad de conocer personas con una gran sabiduría y conocimiento de la vida. Pero en ese ir y venir, imperaba una actitud común: el deseo de descubrir al otro y las ganas e interés por disfrutar de esa mañana juntos.
De esta forma, comenzaron las primeras presentaciones y los primeros diálogos, en los que se muestra cómo, a pesar de la diferencia de edad, niños y mayores comparten las mismas curiosidades y necesidades:
– ¿Por qué no tienes dientes? (niña).
– Porque me los ha quitado el dentista (abuela).
– Yo tampoco tengo dientes aquí. Mira – abre la boca y con el dedito le enseña que también le faltan unas muelas (niña).
– A mí me dolían mucho ¿y a ti? (abuela).
– A mí también, por eso nos las quitan (niña).
Se echan una mirada y hacen un gesto cómplice sonriéndose.
Posteriormente se llevó a cabo la puesta en marcha de un trabajo conjunto: niños y abuelos realizaron un adorno navideño, de tal manera que cada uno se llevó su producción al finalizar la mañana.
Después, los abuelos nos invitaron a almorzar con ellos.
Fue una mañana en la que compartimos momentos especiales, en la que se sintió y vivió la cooperación, la ayuda conjunta, la enseñanza de unos a otros, la admiración y, sobre todo, el respeto a las diferencias.
Sin lugar a dudas, son muchos los motivos que nos incitarán a volver: el trato recibido por los profesionales que trabajan con los mayores, todas las cosas buenas que nos han aportado y la gratificación que nos supuso verles tan felices por nuestra visita.

 

 

 

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