Estoy hecha un lío

Rosa Ortega

Dime la verdad-le dije- ¿yo soy invisible? No me quedé a escuchar la respuesta.
Después pensé en el momento en el que las mujeres se hacen invisibles a la par que imprescindibles. ¿Será a partir de los cincuenta? O será cuando su pelo se vuelve gris caoba o en el momento en que su rostro pierde firmeza para ganar tranquilidad? Será que tiene que ser así para que la vida fluya y el cortejo continúe?
Desde que empecé a escribir en este periódico he intentado centrar mis reflexiones a partir de tres ejes: el placer de leer, la importancia de la educación y la necesidad de desarrollar en los niños y valorar en los adultos el pensamiento cuidadoso, o sea, la dedicación y el cuidado de los otros, los que nos rodean. Tal vez las miras fueron demasiado elevadas. Si me hubiera centrado en evidenciar la incompetencia de nuestros políticos para llegar a acuerdos, formar gobierno y no convocar unas terceras elecciones (supongo que ganará el que ha sido capaz de esperar hasta ver pasar el cadáver de su vecino). Si hubiera peleado por bajar el precio de las tasas universitarias, hubiera derramado lagrimas porque vuelven las reválidas y les hubiera atormentado con listas interminables de libros imprescindibles para formar buenos lectores. Si hubiera hecho todo esto, ahora sabría que este espacio es para la denuncia y tal vez viera claro cuál es la senda a seguir.
Siguiendo la lógica de la narración, en este preciso momento debería volver a hablar de la invisibilidad de las mujeres de cierta edad, físico o actitud. No puedo, lo siento, los árboles no me dejan ver el bosque. Aún así creo que es una paradoja más de esta sociedad envejecida, que idolatra la juventud y se sirve de los mayores.
Otra paradoja interesante que se me ocurre y me invita a la reflexión es ¨vísteme despacio que tengo prisa». Desde el punto de vista educativo sería algo así como «dame tiempo que quiero aprenderlo todo» o «ve despacio que mi tiempo también cuenta». Las prisas no llevan a ningún sitio y las cosas bien hechas tienen sólidos cimientos.
Hablando de ritmos y de tiempos para aprender, me viene a la memoria la polémica de los deberes en primaria y secundaria. La CEAPA (Confederación de asociaciones de padres y madres de alumnos) ha convocado una protesta para el mes de noviembre, en la que los padres se negarán a que sus hijos e hijas hagan deberes los fines de semana. Hay colegios (más bien hay profes) que utilizan los deberes para completar la jornada escolar y otros colegios (más bien hay profes) que limitan las tareas para casa y las adaptan a la situación de los alumnos, teniendo en cuenta sus necesidades de juego, relación con sus amigos y convivencia familiar.
Al parecer un 48% de los padres considera. que los deberes afectan de forma negativa a su vida familiar (son datos de encuestas realizadas por la CEAPA) y perciben que cada vez los niños y niñas tienen más deberes y se adelantan más, en ocasiones hasta la etapa de educación infantil. Uno de cada 5 padres asegura que sus hijos emplean hasta dos horas diarias en hacer los deberes. Es un tema complejo que merece una reflexión cuidadosa porque va desde preservar la tranquilidad familiar y favorecer el progreso académico, hasta el derecho de los padres a elegir el colegio de sus hijos. Deberíamos seguir ocupándonos de este asunto.

De momento se acaba el espacio de la no denuncia y vuelve la poesía. Saludos.

PAISAJE
Vi
Montes sin una flor, lápidas rojas,
Pueblos
Vacíos
Y la sombra que baja. Pero hierve
La luz en los espinos. No comprendo. Sólo
Veo belleza.
Desconfío.
(Antonio Gamoneda, del libro ESTA LUZ)

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