BAJO LA ALFOMBRA

 

 

 

Francisco Cerdeño Isabel
Concejal IU Ayuntamiento Buitrago del Lozoya

Basta levantar un pico de la alfombra para que, inevitablemente, surjan preguntas clave.
¿Por qué se atrevieron los bancos a ser tan codiciosos? ¿Por qué lo permitieron los gobernantes en lugar de controlar el desenfreno, del mismo modo que controlan los productos alimentarios o las medicinas? ¿Por qué el público ha seguido votando a políticos tan descuidados en la defensa del pueblo?
Y, si seguimos levantando un poco más, tirando del otro pico, ya encontramos alguna respuesta.
La primera que se me ocurre es que los actuantes en la crisis (desde el gobierno hasta que el que pide créditos y la prestación de desempleo) todos somos piezas de algo mucho más complejo: nuestra sociedad, nuestro sistema de vida, nuestra cultura europea.
La segunda es que Europa está, pero ya no es. Ni siquiera es el «pequeño cabo de Asia», como la definiera hace un siglo Paul Valery. Europa está en coma, como así lo demuestra su apatía ante los grandes problemas. Incluso parece simbólico que, siendo Bruselas la capital Europea, Bélgica estuvo más de medio año sin gobierno.
Es verdad que el pueblo vota y eso sirve para etiquetar el sistema. Falsamente, como democracia, pero la mayoría acude a las urnas o se abstiene sin la previa información objetiva y la consiguiente reflexión crítica propia de todo verdadero ciudadano movido por el interés común. Esos votos condicionados por la presión mediática y la campaña electoral, sirven al poder dominante para dar la impresión de que se somete al veredicto de la voluntad popular expresada en libertad en las urnas. En ocasiones, como se ha visto, sirven incluso para avalar la corrupción. Se confunde a la gente ofreciéndole libertad de expresión al tiempo que se le escamotea la libertad de pensamiento.
Ya en la primera infancia se inculca al niño creencias, que la mente infantil no puede sino asumir. Así continua la formación mental de súbditos en las sucesivas etapas de una enseñanza orientada a formar productores competitivos y consumidores, que son los que interesan a los dominantes. Fuera de las aulas los medios audiovisuales siguen inculcando las ideas del mando, sugieren preferencias políticas, desvían los intereses de las personas hacia los atractivos del consumismo y los espectáculos. Es imposible enumerar la infinidad de argucias contra el pensamiento crítico, sin el cual la famosa libertad de expresión pierde su valor.
Con un mero repaso a los programas y a los resultados electorales de nuestro entorno, descubrimos fácilmente bajo la alfombra, etiquetada y vendida como democracia occidental, un sistema oligárquico en manos de las minorías dominantes.
Resumiendo, queda claro que la crisis – en principio un problema económico – nace de una dominación política (gobiernos sumisos al poder financiero) en la que influye el problema social de los votantes condicionados por la propaganda. En la degradación de esos tres niveles del suelo bajo la alfombra – económico, político y social- se encuentran las respuestas a nuestras tres preguntas iniciales, en la terna, sin duda, el poder del dinero es el más fuerte.

 

 

 

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