HABLANDO A DERECHAS

Chema Guevara

El Arcade Residente

 

La peculiar manera de interpretar las libertades por parte de la derecha española recuerda a una cultura política más próxima a la tradición caciquil que a convicciones democráticas. Las movilizaciones de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca han provocado reacciones que demuestran hasta qué punto el poder político representa a una clase adinerada que no admite que nadie le reproche su abuso de poder y su desprecio por los más desfavorecidos. Quejarse del daño moral que se puede infringir a los hijos de los políticos con las manifestaciones frente a sus domicilios, cuando lo que se está denunciando es el desahucio de miles de familias de sus viviendas con violencia policial, dice mucho de ese sentimiento de clase en el que están asentados. La democracia para ellos es únicamente el medio de alcanzar el poder en unas elecciones, algo que les legitima para gobernar de espaldas a la población y que les lleva a considerar antidemocráticas y violentas las acciones que denuncian las injusticias de las que son cómplices. Tanto es así que los intentos de estigmatizar a quienes protagonizan las protestas y las medidas represivas con las que se les amenaza han provocado que Amnistía Internacional haya dirigido una petición al Gobierno para que cambie su actitud.
Con la llegada de Aznar al poder la derecha española se sacudió los complejos que la colocaban en el lado más retrógrado de la historia y pasó a declarar el orgullo de sentirse digna de dirigir la sociedad hacia un mayor bienestar. El crecimiento económico -aún no se llamaba burbuja- contribuyó a pregonar su gestión como un avance eficaz y con proyección de futuro. Pero pronto se supo que se trataba de un espejismo contemplado desde la cresta de la ola y que dejarse llevar por la corriente del liberalismo económico no tenía más mérito que el de conseguir embaucar a la población con migajas que caían del gran banquete financiero.
Desde entonces, instalados en una perversa usurpación del lenguaje, intentan confundir ideas y conceptos retorciendo el significado de las palabras para ponerlas a su servicio, en ocasiones vaciándolas de contenido y, en no pocos casos, volviéndolas del revés para invertir su significado. Y así la libertad pasa a ser privilegio y seguridad, la democracia es obediencia a dirigentes de organismos económicos que no son elegidos por los ciudadanos y se considera obvio que las políticas sociales responden a ideales trasnochados. Quienes tratan de entorpecer las medidas impuestas a la fuerza por los mercados ejercen coacción y demuestran un comportamiento autoritario. Ayudar a las mujeres es restringir su derecho a decidir sobre la maternidad. Se proclama la bondad de las privatizaciones para que la sanidad y la educación sigan siendo universales y gratuitas. Las preferentes son despreciables y se llama copago a un desembolso individual. A la izquierda están los nazis, la gente normal es la que transige con todo, la inmensa mayoría son sólo unos pocos y el sentido común es el que tienen las élites. Para garantizar los servicios sociales se aplican recortes presupuestarios y protestar contra las injusticias es intimidación y acoso. Se facilita el despido para combatir el paro, se retrasa la edad de jubilación por el bien de los pensionistas y se aplican medidas de austeridad para promover el crecimiento. Todo un muestrario de dislates que la derecha, democráticamente apostada en el poder político para ejercer la dictadura financiera, salmodia con total desvergüenza atribuyéndose el papel histórico de buscar el progreso de la sociedad.

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