Con calma y buena letra

Desde muy joven he sido una persona con muchas ganas de conocer el mundo. Por eso, creo, siempre me ha gustado leer, lo que fuera, salir de mi circunstancia para conocer otros lugares, otras épocas, otras historias. Tuve la suerte de poder vivir en otros países como Chile y Suecia, viajar por otros mundos, en varios continentes, y desde joven tenía cierta sensación de ahogo por vivir en un pueblo, el mismo pueblo, durante años. 

Soy de Torrelaguna y Miraflores de la Sierra, tengo familia en ambos pueblos, y puedo decir que me siento uno más por sus calles. Ahora mismo vivo en Miraflores, desde hace poco tiempo, y siento lo contrario al ahogo. La ansiedad que tenía antes por conocer lo lejano se ha transformado en curiosidad por conocer lo cercano, poner la atención en lo que queda a la mano. Es verdad que viajar por lugares lejanos, con diferentes idiomas, costumbres y tradiciones, crea un horizonte mayor en la cabeza, te amplía el mundo mental, pero cuando miramos tan lejos nos perdemos también lo cercano. Es inevitable, supongo. Desde que he vuelto al pueblo he aprendido el nombre de los pájaros con los que me cruzo cada mañana (rabilargos, carboneros, herrerillos, urracas…), muchas de las montañas que me han rodeado desde niño y que no conocía el nombre o tradiciones e historias de nuestra zona que me han sorprendido enormemente.
Supongo que será una cuestión de no perder la curiosidad ni el interés, y que el interés por conocer se pose en el aquí, en el allí, en los libros, en las charlas con las personas mayores, con los jóvenes y siempre aprender, nunca cansarse. Supongo que de eso trata la vida, de no dar nada por sentado y tener ganas de seguir aprendiendo. 

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