LUTO EN EL PAULAR

En memoria del hermano Eulogio

El Monasterio de El Paular está de luto porque un benedictino que vivía, rezaba y enseñaba a los turistas sus grandiosos claustros acaba de morir. Era la hora de Tercia, esa hora única en la que la mañana licúa los cielos cuando fallecía el hermano Eulogio, guía inigualable de El Paular donde acogía visitantes ávidos de detalles de la vida monástica. Su eficacia y destreza en el trato con grupos deseosos de conocer las joyas de El Paular nunca le abandonaron porque tras dejar su Córdoba natal, siempre se consideró afortunado por gozar de una pequeña patria como El Paular.

Su vocación lectora tan precoz como voraz le dotaron de una notable habilidad en la expresión oral con un lenguaje directo y sin rodeos. Su lectura en el refectorio en tono recitativo mecía a los comensales en un ambiente relajado, antesala de una buena digestión y era auténtica delicia oírle relatar episodios de santos y estudiosos de la vida monástica.

En un caluroso agosto de hace unos años, muy cercanos ya los 90 años de edad, una caída afectó irremediablemente su movilidad quebrando definitivamente sus escasas fuerzas pero sin lograr reducir su íntima convicción tejida durante más de 60 años: consagrarse a Dios a través de la vida religiosa profesando en El Paular. Era el año 1957.

Serán muchos los que al conocer su muerte, recuerden El Paular no por su majestuoso retablo, ni por su sobrio y elegante claustro, ni tan siquiera por su extraordinaria colección de Carduchos, sino por su guía, un benedictino que les acogió y cautivó visitando el monumental monasterio.

El tiempo cicatrizará el vacío que deja el hermano Eulogio, sobre todo en su comunidad que se ha desvivido en endulzar sus últimos momentos entre nosotros pero hay motivos suficientes para combatir esa tristeza recordando las virtudes de un monje benedictino que a mediados del siglo pasado halló en El Paular el lugar idóneo para entregarse total y desinteresadamente al servicio de Dios y sus hermanos.

El jardín claustral, que tantas veces enseñó y explicó, acoge ya sus restos junto con la oración de sus hermanos y amigos entonada con alborozada alegría de saber que goza ya de la cercanía de Dios.

Alfredo Aza

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