La “PEGUE” y la “SEÑAL”

Rafael de Frutos Brun

Desde que se fundó Montejo, nuestros antepasados han sobrevivido principalmente de la agricultura y la ganadería y para ello se han servido de la ayuda de los animales domésticos. Principalmente del vacuno, lanar y cabrío. 

Pero estos antepasados nuestros tenían que diferenciar a quién pertenecían las distintas cabezas de ganado y al no disponer de los medios de los que hoy se disponen aprendieron a marcar a sus animales cada cual de manera diferente a como lo hacia el vecino. ¿Con qué lo hacían? Pues con unas viejas tijeras o en su defecto con una navaja.

Si atendemos al título de nuestro escrito, y el lenguaje que se practica en nuestro pueblo, hallaremos a muchos y muchas que saben poco o nada de ello. Utilizaremos durante el escrito dos palabras. Una, que ya ha caído en desuso, es: 

Empegar. Verbo transitivo que significa bañar o cubrir con pez derretida u otra sustancia semejante, el interior o exterior de pellejos, barriles o vasijas. 

Lógicamente la RAE no dice que en Montejo era marcar las ovejas en los laterales de ambos lados con la dicha pez (resina) calentada y líquida, mojando un útil hecho por el herrero, con forma de cruz, estrella, círculo, las iniciales del ganadero o cualquier  símbolo que sirviera  para distinguir, una vez esquiladas y bañadas, a las ovejas y que les duraría durante todo el año. 

La otra palabra es:

Señal. Nombre femenino. Mucho más utilizada y con diferentes significados. Era señal de que no vendrías, deja la señal para que se vea, las campanas han dado la segunda señal, han ido a señalar el ganado, etc. 

Es esta última acepción la queremos aclarar y conocer. Se hacía para marcar el ganado, sobre todo a las vacas, ovejas y cabras. Consistía en dar unos pequeños cortes, de formas y maneras diferentes, en las orejas de los animales, para acreditar quién era el propietario del ganado señalado. 

Tanto el símbolo de la pegue como la señal la heredaba el hijo/hija más pequeño de la familia. Los pastores en muchas ocasiones, presumían de no tener que mirar la pegue porque conocían perfectamente cuál era su res y sabían de qué madre era aquel cordero con toda seguridad. Pero al final eran la señal o la pegue la que confirmaba la titularidad de la res. 

Dichos cortes tenían diferentes nombres en Montejo y se les denominaba de la siguiente manera según su forma y lugar en la oreja. 

AGUZADA = Aguzá: Corte hecho en los laterales de la oreja de la mitad hacia la punta, se podía hacer en cualquier oreja. 

DESPUNTADA = Espuntá: Pequeño trocito cortado en la punta de la oreja. 

HENDÍA: Corte hecho desde la punta de la oreja hacia el tronco. 

HOJILGUERA: Entre la punta y la mitad de la oreja dos  pequeños cortes laterales, uno en cada lado.

HORQUILLA = Horcá: pequeño trozo en forma de cuña hecho desde la punta de la oreja hacia el tronco. 

REMISACO: Trozo de la oreja lateral en forma de triangulo interior o exterior desde la mitad de la oreja hacia adelante. 

ZARCILLO: Corte hecho en el centro de la oreja, con forma de media luna hacia atrás. 

Con estos siete símbolos o señales existía la posibilidad de que todos los vecinos tuvieran su señal y pudieran distinguir sus animales. Hay 42 combinaciones posibles. Ejemplo: Remisaco en la izquierda,  con espuntá en la derecha. O hendía en la derecha y horcá en la izquierda. O Espuntá en la derecha y zarcillo en la izquierda. Y así los siete cortes combinando todos con todos. 

Tengamos en cuenta que todos los años los cerriles, el 25 de abril, subían a la sierra y no volvían al pueblo hasta la derrota de la espiga a finales de julio y allí pasaban tres meses guardados por un vaquero sin que los amos los vieran y un ternero en tres meses cambia y no poco. Pero hay algo que se mantiene y es la señal hecha en marzo.

Un aplauso para todos los que durante su vida ejercieron el trabajo, profesión o devoción, que pasaron la mayor parte de su vida en el campo, cuidando sus rebaños y durmiendo en un chozo, o chumbano, y sufriendo las inclemencias del tiempo de día y de noche.

Hoy ya nadie marca a su ganado cortando trocitos de sus orejas. Todos los animales domésticos están registrados y tienen su propio “carnet de identidad”. Son esas pequeñas plaquitas, que a modo de pendientes, han expendido los veterinarios con la documentación relativa al animal. Tienen controlada su fecha de nacimiento y las revisiones veterinarias. 

Para terminar les diré que faltaba por explicar la última de las señales que nos contaron los abuelos. Era una señal que NO se utilizaba. Era la señal del lobo, que no tenía corte ninguno, porque, ¿quién era el valiente que lo sujetaba para señalarle? Cuentan, dicen y narran que una vez una vaca entró en un vivero e hizo un destrozo mayúsculo. La vaca tenía la señal del lobo, es decir, ninguna marca, y los forestales no conseguían encontrar al dueño. Pensaron: “Soltemos la vaca, que tenemos retenida en el Corral de Concejo y ella sola irá a su casa. La seguimos y descubriremos quién es el dueño”. La vaca, al soltarla, marchó a ese pueblo imaginario y se paró en una casa en la que no vivía nadie, pero pasaba por allí un enteradillo, siempre hay uno, que dijo: “Esa vaca es del señor X”. Fueron los forestales a ver al señor X y él, sabedor de que la vaca había hecho una maldad, contestó: “La vaca no es mía, no tiene mi señal, eso demuestra que la vaca no es mía y si no que lo diga ella. Pero si ustedes quieren regalármela como donación y me lo dejan reflejado en un documento, pues me la quedo. En tal caso, además de agradecérselo, la cuidaré lo mejor que pueda y la aconsejaré que no lo vuelva hacer”.

Nadie supo de quién era la vaca, quién era el señor X, quiénes eran los forestales, cuál era el pueblo al que fueron, dónde estaba el vivero, si existió la vaca, dónde iba el enteradillo que pasó por allí, en fin, muchos hicieron lo que acaba de hacer este servidor, contarlo. Yo no lo vi, a mi me  lo contaron, dijeron que era, yo lo oí… Total, colorín, colorado…

Rafael de Frutos Brun

Montejo de la Sierra 

Marzo de 2023

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