Relato pastoral

Rosa Ortega Serrano

Hoy he pasado una tarde intensa de campo y relaciones vecinales. Cuando parece que la tristeza te invade, se mezcla con la oscuridad del invierno y las hadas te arrastran hasta el aburrimiento; salgo al campo de lluvia y revitalizo de golpe mi vida social. La primera sensación es de soledad, pero noto que a gran altura me acompañan un montón de enormes buitres. Me encuentro con mi vecina, hablamos del banquete de las rapaces carroñeras, imprescindibles y falconiformes, repasamos el estado del tiempo y sigo mi camino. Aparece un coche gris y un simpático vecino que me pregunta: “¿Has visto dos perros por ahí? Uno es grande y blanco (seguro que es el mastín que me suele acompañar en mis vueltas por la presa), se le han escapado a mi hija hace un rato.” No he visto a ningún perro, pero me encanta encontrar gente en el campo y mucho más si me preguntan. Sigo mi camino y me vuelvo a encontrar a las chivitas de Julián (Juan Ramon Jiménez hubiese hablado de ellas con la delicadeza poética que le caracteriza), son cinco: tres cabras y dos ovejas. Con respecto a la nomenclatura de estos animales tengo muchas dudas, decido llamarles chivas. Están guapas: bien lavadas y cepilladas. Me preocupa que todas ellas llevan un parche talado en la oreja, que al menos en el caso de las terneras, indica que pronto irán al matadero. Son preciosas, me siguen. Intento que entiendan que no se pueden venir a mi jardín porque se lo comerían entero. Ni caso, insisten, quieren venir conmigo. Se me ocurre llamar a mi vecina, que además es la tía del pastor de las chivitas, mientras me miran con preocupación, ¿acaso no soy yo ahora la responsable de su manutención? A todo esto, veo que en el cruce de caminos (lugar tope para que me sigan las chivitas) hay un grupo de gente y deduzco que unos vienen por los perros y otros por las chivitas. ¡Mi paseo permanece lleno de estímulos! 

He decidido seguir con el pastoreo y llevar a mis amigas a su pajar, a la vuelta me encuentro con unos familiares entretenidos del dueño de las chivitas que me avisan de que ellos también han pedido acogimiento para las chivitas. Por el camino viene otro vecino de vuelta de dar de comer a sus vacas, que se sorprende y saca el teléfono para avisar que hay animales sueltos en mitad de la senda. Acude el dueño de las chivitas (el hijo) y en la puerta del refugio de las chivitas, esperan la tía y la sobrina de Julián. Ellas han decidido volver sumisas a casa en espera del camión que las convierta en chuletas para la Navidad.

No he contado que nada más iniciar mi paseo he mandado un whatsapp a mi vecino porque hace mucho que no veo su coche y estoy intranquila por si le pasa algo, Tampoco que a 200 pasos de mi puerta (mi pasómetro es infalible) me he encontrado con Caridad y me ha contado cómo estaba la salud de su hijo. Muy cerca de casa me ha llamado mi amiga Feli para que paseemos mañana, pero también para contarme cómo estaba otra amiga que acaba de dar positivo en COVID y a su vez pedirme los bastones de su marido que como está de viaje no puede venir a recogerlos y patatín patatán que este discurso ha de acabar.

¡Después dicen que los pueblos son aburridos! 

Rafael Cadenas, premio Cervantes 2022 nos regala uno de sus poemas:

EL ARGUMENTO

Por la mañana
leemos anestesiados
las noticias
de la guerra (cualquier guerra),
un titular
bien merece algunos combates;
cada bando
desea demostrar que Dios
está de su parte
con el argumento definitivo;
nuestros ojos recorren
las páginas
-buscamos más confirmaciones
de nuestra derrota
y el periódico trae lo que esperamos encontrar. 

FELIZ AÑO NUEVO y muchas gracias por la compañía

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