UN SITIO PARA VIVIR

Rosa Ortega Serrano

¡No me lo puedo creer! Parece que no pasa nada, ¡que nunca pasa nada! 

Leo en el periódico que una conocida empresa de cómics va a sacar una historieta protagonizada por Jon kent, hijo de Superman, en la que ese superhéroe de 17 años lucha contra el cambio climático, participa de protestas contra la deportación de refugiados y es bisexual. ¡Impresionante! Creemos que la sociedad no cambia, que todo tiempo pasado fue mejor, que los jóvenes no protestan en grupo, no son luchadores, ni progresistas, ni quieren hacer la revolución. Pero pasan cosas y pasan cerca. 

En Garganta de los Montes un grupo de personas ha unido inquietudes y saberes, para generar cultura. Tal vez es el momento de recuperar ese tejido social de la época anterior al covid o simplemente de crearlo, porque nunca existió. En muchos de nuestros municipios se ha cultivado la inversión en construcción, con el objetivo (entre otros) de mejorar el edificio del ayuntamiento, los centros de consulta médica o de habilitar espacios para actividades puntuales. Ahora (también pudo ser antes, o antes de antes) podemos intentar que estas mejoras urbanísticas, sirvan para algo más que para hacernos sentir orgullosos de lo bonito que está nuestro pueblo. 

Este colectivo con un marcado carácter cultural nace de la generosidad y el buen hacer de un grupo de personas que llevan tiempo viviendo en el pueblo. La idea es acercar recursos culturales y ofrecer a los demás las habilidades formativas propias, de manera que los vecinos aprendan, disfruten y se conozcan. 

Es sorprendente cómo se ha llenado de gente nuestra sierra, este pequeño espacio natural por el que hace apenas tres años no encontrabas a nadie. Desde el confinamiento, la ciudad se abrió al campo, depositando humanos en casi todos los sitios disponibles, y con esta diáspora madrileña llegaron las buenas gentes y los sucios ciudadanos, que dejan basura sin miramientos. Parece que a Garganta ha venido buena gente y quieren vivir aquí, llevar a sus hijos al colegio (manteniendo abierta la escuela del pueblo, tan importante para fijar población), trabajar e intentar llevar a cabo su proyecto de vida. 

Este colectivo cultural también funciona como una estructura de acogida, que hace que todos aquellos que van llegando tengan un espacio al que acudir para conocer a sus vecinos (si así lo desean). Son personas nuevas con costumbres distintas y con capacidad para entender e integrar nuevas experiencias. Nos ayudan a admitir una nueva diversidad y eso siempre significa enriquecimiento social.

Claro que si ustedes leyeron mi artículo del mes pasado pensaran que me he vuelto loca, halagadora o simplemente cínica. Pues no, sigo diciendo lo mismo y con el mismo poeta: Tonino Guerra. Esta vez es el CANTO DECIMOPRIMERO 

“Hace dos días, era el primer domingo de noviembre,

Había una niebla que se podía cortar con el cuchillo.

Los árboles estaban blancos de escarcha y las calles y los campos

Parecían cubiertos de sábanas. Pero luego salió el sol

Y secó el universo y solamente las sombras

Permanecieron mojadas.

Pinela el campesino estaba atando las parras

Con espartos que llevaba sujetos a la oreja.

Mientras él trabajaba yo le hablaba de la ciudad,

De mi vida que ha durado un parpadeo

Y del miedo que me da la muerte.

Entonces, de repente, cesaron los ruidos que hacía con las manos

Y oímos un gorrioncillo que cantaba a lo lejos.

Y me dijo: miedo ¿por qué? La muerte no es aburrida,

Viene solo una vez.”

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