AVES DE LA SIERRA NORTE. EL CÁRABO COMÚN

Miguel Ángel Granado 

La noche se asocia, entre otros aspectos, al misterio. En este mundo de tinieblas, las rapaces nocturnas siempre han sido unas de las grandes protagonistas. Y, desde el pasado, se les han atribuido leyendas y supersticiones. Suelen ser más escuchadas que vistas. Sus cantos son llamativos, peculiares, a veces incluso parece que se ríen grotescamente de nosotros, como es el caso de la lechuza o, de nuestro protagonista de este mes, habitante de los bosques densos: el Cárabo común (Strix aluco).

Tiene buen tamaño, con longitud de 38-46 cms. y envergadura de alrededor de 90-100 cms. Presenta distintas fases de color, desde grises hasta rojizos, pasando por una amplia gama de marrones. Esto no quiere decir que un mismo individuo cambie su plumaje y sus tonos, sino que de unos cárabos a otros pueden existir diferencias y, estas no tienen que ver con el sexo o la edad. En cualquier caso, todos tienen una serie de barrados y punteados en sus plumas, asemejándose a la corteza de los árboles lo que, unido a su discreción, les hace pasar desapercibidos. Si conseguimos localizarle, llamará nuestra atención su voluminosa cabeza, con ojos negros, pico amarillo y sin penachos auditivos. Su cuerpo es rechoncho, sus alas cortas y anchas (lógico por ser una especie forestal) y sus tarsos y dedos tienen plumas, las uñas son negras. Sus ojos totalmente negros, el pico pequeño y carece de penachos.

Es un ave frecuente en toda Europa (con la excepción de Irlanda e Islandia) y noroeste de África; extendiéndose hacia el centro y este de Asia a través de Siberia, llegando hasta China, Corea y Taiwán. En nuestro país está bien distribuido, aunque presenta variaciones importantes dependiendo de las regiones: es más abundante en el norte, por existir más bosques. Escasea en ambientes más áridos, en el cuadrante suroriental de la península, así como en Ceuta y Melilla; ausente en ambos archipiélagos. 

Sedentario, canta durante todo el año, lo que le diferencia de otras estrigiformes, que solo emiten sus vocalizaciones en épocas determinadas. Solitario y discreto, el Cárabo es un excelente cazador. Posee unos ojos muy sensibles a la luz, su retina tiene millones de células fotorreceptoras, en mayor número que en los ojos de otros animales. Todas las aves nocturnas poseen una retina periférica especialmente desarrollada, encargada no del detalle en la visión (retina central), sino de percibir movimientos, de nuestra situación en el espacio. Además, esta visión tan sensible va acompañada de una capacidad auditiva excepcional, muy selectiva a la hora de localizar con precisión el lugar desde donde se emite un sonido…Girará su cabeza levemente durante unos instantes, tensará sus músculos, saltará con un pequeño vuelo silencioso (todas las nocturnas al batir alas no producen sonido) sobre la presa, a la que atrapará con sus potentes garras: ratones, ratas, pequeños gazapos, anfibios como el sapo de espuelas, ocasionalmente algún mustélido pequeño como la comadreja. También puede atrapar insectos grandes como los grillos, grillotopos, escarabajos de San Juan…y pequeñas aves e incluso, en un nido de Doñana se encontraron restos de dos cernícalos. Tras tragarse a sus presas y, como otras rapaces, expulsará unas pelotas por la boca llamadas egagrópilas, que contienen pelo, dientes, uñas y otros restos del animal ingerido, que no aportan alimento y son difíciles de digerir.

Llegada la época reproductora, que abarca desde finales de febrero hasta entrado mayo, se muestra muy territorial y agresivo. Conocido es el caso de aquel naturalista francés, que perdió un ojo por acercarse excesivamente al nido. Al hilo de su comportamiento, comentar que fuera de este periodo de la crianza de los pollos, es un ave a la que nos podemos acercar despacio y, observarla a pocos metros sin que se sobresalte y se marche, apenas se inmuta. Los cárabos no construyen nido, no tapizan la depresión donde realizarán la puesta; casi siempre eligen huecos de árboles aunque también oquedades de los roquedos, incluso de edificios, a veces en el suelo, en cajas anidaderas y en nidos abandonados de córvidos y rapaces. Tras las cópulas, la hembra depositará de dos a cuatro huevos, en intervalos de dos a siete días. Esto hace que los pollos nazcan con días de diferencia y tengan diferente tamaño y fuerza; lo cual es necesario por si hay escasez de comida. Como en otras rapaces puede darse cainismo y, los más pequeños, serán matados y deglutidos por sus hermanos mayores. La naturaleza muchas veces es dura pero sus mecanismos son sabios. Serán incubados exclusivamente por la hembra, el macho aportará el alimento. Sobre los treinta días se produce la eclosión. Durante sus tres primeras semanas de vida, mamá sigue encargándose de ellos, tanto para alimentarles como darles calor; el padre seguirá predando, ahora con bastante asiduidad. Hacia los 32-37 días realizarán sus primeros vuelos. El plumaje se completará a los 45. En esta época y, hasta que se independicen dos o tres meses después, siguen a sus padres con sus cantos más agudos, reclamando pitanza y formando una auténtica algarabía. Protejamos a esta singular ave, venerada en el pasado por otras civilizaciones al igual que muchos de sus parientes y, de esta forma, que siempre podamos escuchar el ulular del cárabo en los robledales…

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