La dictadura de las palabras

Rosa Ortega Serrano

No solo algunas enfermedades son contagiosas. También las palabras vuelan y se introducen en nuestra máquina de pensar y en la del vecino, en la de los amigos, la familia y hasta en la cabeza del perro. Las palabras, como las sonrisas y los bostezos se contagian y se repiten. Van y vienen. Nos afirman, nos desdicen y nos ponen en aprietos. 

Por todo esto no podemos pasar de las palabras. Si una vez oímos a un político decir que no podría dormir si hubiera aceptado un gobierno con ministros sin experiencia, solo escuchamos la palabra ministro y la palabra experiencia y nuestra imaginación vuela: Corrupción, puertas giratorias, despilfarro del dinero de todos, señor o señora que sabe hablar a una cámara que les sonríe, estrecha manos, portador de galones, figurante, negociante, gestor de todo, especialista de nada, inteligente, soberbio… Pero experiencia, ¿en qué y para qué?

 

En estos días también oímos mucho la palabra abstención. Es una palabra fea, contagiosa, pega con hartazgo y desencanto. Otra palabra que se repite sin parar es progresista (por cierto palabra injusta donde las haya) a la que yo añadiría renovación, renovación progresista. Como los niños que tiran el chupete o los que borran la cara de alguien porque no les gusta, deberíamos permitirnos renovar líderes progresistas. Estos no funcionaron. Eran gente seria, probablemente trabajadora pero ineficaz. ¿Por qué no el mismo producto con distinta imagen? Nos lo merecemos.

Violencia es otra palabra contagiosa y llena de manías. Para muchos suele llevar el apellido machista y provocar indignación y muerte. Los del retroceso, aquellos que utilizan torticeramente las palabras lo llaman violencia intrafamiliar. Urge un acuerdo entre todas las personas de bien para que los hombres no maten a las mujeres.

Pluripartidismo, alternancia, constitucionalistas, socio preferente, gobierno de coalición, vicepresidencia, apoyo, investidura fallida . Todas estas palabras las vamos a volver a escuchar y, aunque nos suenen, haremos como si nada.

Puedo seguir llorando a través de las palabras, olvidar los hechos o castigar a los culpables, pero tengo que confesaros, aún a sabiendas que a nadie le interesará saberlo: ¡Yo iré a votar!

Mucha palabrería y poca información en este escrito, porque la noticia más importante de esta semana son los paros de una hora al día (hasta nuevo aviso) que va hacer todo el claustro del colegio Montelindo, a partir del lunes 23 de septiembre. Como otras veces las maestras de este centro educativo asumen con preocupación su responsabilidad y se lanzan a la huelga para intentar resolver un problema de su colegio que comparten muchos centros públicos de la Comunidad de Madrid.

Del libro las palabras andantes de Eduardo Galeano:

Ventana sobre las dictaduras invisibles

La madre abnegada ejerce la dictadura de la servidumbre.

El amigo solícito ejerce la dictadura del favor. La caridad ejerce la dictadura de la deuda.

La libertad de mercado te permite aceptar los precios que te imponen.

 

La libertad de opinión te permite escuchar a los que opinan en tu nombre. La libertad de elección te permite elegir la salsa con que serás comido.

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