EL HILANDERO

Copoeca19

Rafael de Frutos Brun

Montejo de la Sierra Julio 2019 

Todos los que tenemos la suerte de haber nacido en este privilegiado rincón de la Sierra Norte de Madrid, sabemos que nuestros antepasados vivían o subsistían de aquello que producía la tierra, con el sudor de su frente, y del ganado y la agricultura. Ninguno era especialmente rico, pero ninguno, o muy pocos, eran pobres de solemnidad. Quien más, quien menos, tenía su yunta para arar, cebaba algún cerdo para hacer la matanza, sembraba algún huerto (patatas, judías, tomates, cebollas y demás) y al mismo tiempo sembraban algo de trigo, centeno, cebada y lino. Todo ello para el arreglo de la familia. Las familias más pudientes (los ganaderos) tenían sus rebaños de ovejas, que hacían la trashumancia a Extremadura a píe ayudados de sus yeguas para llevar el “ato” de octubre hasta la primavera. Las ovejas era una riqueza que proporcionaba (a pesar de su esclavitud) unos sabrosos beneficios a la familia al final de la temporada. No debemos olvidar que las ovejas les daban un cordero cada año, leche para la alimentación, su piel la utilizaban para hacer sus “zamarras” y “peales” y sobre todo producían lana, que en tiempos pasados fue muy valorada, incluso se llegó a utilizar como moneda de cambio. 

 

RuecaArtesana19De la lana y su elaboración nos ocupamos hoy, recordando que muchos hemos aprovechado la lana para vestirnos y protegernos del frio, porque ¿Quién no llevó en años pasados un jersey hecho a mano por su madre o abuela? ¿O unos calcetines de lana para llevar los pies calentitos hechos a mano con cinco agujas? ¿Tal vez una bufanda de lana blanca o teñida de azul que nos protegía de los catarros? ¿Y qué señora no se había hecho unas medias con la lana de sus ovejas? Para ello había que preparar la lana, que una vez esquilada la oveja se llevaba al río donde se lavaba y se tendía al sol para que se secara, después se escarmenaba (quitar las hierbas, o impurezas que hubieran quedado) enrollarla en una rueca (útil hecho de madera) e hilarla, consistía este trabajo en convertir la lana en hilo, todo un arte enrollando en un uso (otro artilugio hecho a mano) que reproducimos en foto para conocimiento de los que no lo han conocido. Esto último se hacía normalmente en las largas tardes-noches del  otoño-invierno, al amor de la lumbre, en casa de alguna vecina que prestaba su cocina para hacer el trabajo a la luz de un candil de aceite, que costeaban el mismo entregando una “perra chica” (cinco céntimos de peseta) a la propietaria del inmueble. No cabe duda de que aquello era un acto social donde, suponemos que sería como un periódico hablado donde se trataban todos los temas de “actualidad”, y mientras se tomaban un caldito, pasaban lista de los novios nuevos, criticaban a los funcionarios de turno, cortaban algún traje a aquel que se saliera del carril, pero sobre todo lo estaban haciendo con alegría y esperanza.

 En aquellos tiempos, en los que aún no había llegado la luz eléctrica, no había televisión ni radio, pero había una liturgia que se llama ilusión y ellas lo practicaban.

Muchos de los jóvenes, seguro que no han oído hablar del hilandero (lugar en el que se reunían las mujeres) y que existió en Montejo, yo escuche muchas anécdotas que mi abuela contaba sucedidas en el “hilandero”, de ahí que me haya parecido lógico explicar algo que ya no se hace y que nadie habla de ello.

 

Deberíamos los mayores, antes de irnos, dejar a nuestros hijos y nietos aquello que hemos vivido o que nos contaron porque, aunque nos parezca insignificante, de lo que no cabe duda es que ha existido en nuestros pueblos y ya es historia que vivieron nuestros antepasados y nos lo contaron para que nosotros la podamos escribir. ¡Benditas Madres y Abuelas, que muchas sin saber leer ni escribir, aprendieron a hacer las prendas para vestirnos!

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