EL PISO DE APAFAM

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Resulta sorprendente como el simple hecho de ir a la compra, puede ser la tarea más emocionante de la semana. Eso les ocurre a las chicas y chicos de APAFAM cuando vienen a vivir durante una semana a la vivienda supervisada que gestionamos en el municipio de La Cabrera. Los que les acompañamos en su proceso de aumentar su autonomía, sabemos que no es más que un entrenamiento para adquirir habilidades de la vida diaria, pero para ellos y ellas es la oportunidad de sentir que toman las riendas de su vida, aunque solo sea porque deciden si la cena consistirá en pizza o tortilla de patatas.
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Cuando llegan al piso, cada persona hace su cama, coloca su ropa en los armarios, y después nos vamos a hacer la compra según la lista que han elaborado para para poder preparar el suculento menú que previamente han decidido entre todos. Todos quieren llevar el carro, al menos a la ida cuando va vacío, todos quieren llevar el monedero y enseñar la tarjeta en la caja cuando se la solicitan. Creo que pocas veces los cajeros y cajeras habrán recibido una sonrisa tan amplia por este gesto. Y una vez que volvemos a casa y colocamos la compra, nos calzamos las zapatillas y comenzamos a hacer vida de hogar: limpiar baños, arreglar el salón, poner lavadoras, tender, ver la tele y por supuesto cocinar, tarea a la que no siempre pueden acceder por miedo a que se quemen, por miedo a que se corten, pero ¿quién no se ha tenido que poner alguna vez una tirita por haberse llevado una rebanadita mientras cortaba cebolla?.
Se viven muchos momentos importantes en el piso. Uno de los de mayor segregación de adrenalina es el de dar la vuelta a la tortilla de patatas. La tensión crece, pues cada uno debe dar la vuelta a la suya y cabe la posibilidad de que la tortilla termine en el suelo. Por ahora en dos años, solo una vez hemos tenido que hacer un pequeño duelo por la pérdida de tan rico manjar e improvisar la cena. Otro momentazo es el de prepararse el sandwich que se llevarán para el almuerzo. Es impresionante cómo ganan sabor unas lonchas de chopped y queso por haberlas colocado sobre las rebanadas de pan de molde, casi sin ayuda. Quizá no seamos conscientes de en qué momento de nuestras vidas aprendimos a batir un huevo, probablemente hemos desvalorizado totalmente esta tarea, pero cuando ésta se convierte en un acto de autodeterminación, se vuelve inolvidable.
Además de los entrenamientos, Alfonso vive en el piso desde Junio de 2018 y nada mejor que su testimonio para acercarnos a lo que significa vivir de manera casi autónoma en la vivienda supervisada:
«Al principio me daba miedo porque no sabía cocinar ni manejarme con la compra, no sabía quién me iba a enseñar todas esas cosas. Ahora han pasado ocho meses y estoy super tranquilo porque ya sé lo que tengo que hacer. He aprendido a cocinar, a poner lavadoras, a manejar la vitro, encender la estufa y cambiar bombillas. Disfruto mucho cocinando, aunque me estresa mucho pensar el menú de la semana y hacer la lista de la compra. Ahora entiendo a mi madre y a mis tíos.
Me gusta vivir aquí porque puedo ir andando al trabajo. La verdad es que me ha cambiado la vida. Yo se lo recomendaría a mi hermana, pero ella necesita un poco más de ayuda».

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