Grietas en la Independencia

José de Villamisar – desde PEÑALABRA
Desde que Carme Forcadell y otros cinco miembros de la Mesa del Parlamento catalán compareciesen ante el Magistrado del Tribunal Supremo, se abrieron gietas, tanto judiciales como políticas e incluso personales. Mientras el ex-vicepresidente Oriol Junqueras y otros ex-consejeros catalanes, acusados de rebelión, sedición y malversación están en prisión incondicional, los componentes de la Mesa del Parlamento con su Presidenta al frente están el libertad bajo fianza.
Pero esto no es lo único, Forcadell, que tiene además varias querellas por desobedecer al Tribunal Constitucional, desanduvo el camino que había andado en los últimos meses y se desvinculó de la vía unilateral de independencia, afirmando ante el Juez que aquello había sido cuasi una «broma».Igual hicieron los demás miembros de la Mesa que también marcaron distancia sobre los hechos que les llevaron ante el Juez.
Forcadell fue la única que vio la prisión, aunque por poco tiempo sí lo suficiente como para retractarse y prometer cumplir la legalidad y no retornar a la actividad delictiva, acatando las medidas aprobadas por el Gobierno en su artículo 155 de la Constitución.
Mientras esto ocurre en España, Puigdemont, desde Bélgica proclama un gobierno en el exilo, pero falla en el intento de presentarse a las elecciones del 21 de diciembre encabezando una lista única en la que estuvieran Esquerra Republicana, la Cup y él mismo con el Partido Democrático de Cataluña, o sea los mismos que llevaron a Cataluña al desastre estos dos últimos años.
El gran «éxito» de Puigdemont, además de llevar a su autonomía a la fractura social económica y política, está en la delicada situación a la que llevó a su Partido, después de gobernar Cataluña treinta años y ser clave para gobernar España en varias legislaturas, está en declive constante, en año 2010 tenía 62 escaños en el Parlamento catalán y ahora las encuestas más optimistas le dan entre trece y diez y seis escaños, ese es el «éxito» de Puigdemont y compañía.
Lo que sucedió en Cataluña durante los últimos años posiblemente no sea lo peor. Las próximas elecciones del 21 de diciembre van a generar tanta división partidaria y tanta dispersión ideológica que pueden elevar la incertidumbre a la máxima potencia. Si en las elecciones del 21 de diciembre los partidos constitucionalistas no consiguen una mayoría suficiente para gobernar, la deriva del Parlamento puede llevarnos a una inoperancia a todas luces indeseable, huida de nuevas empresas, debilidad económica, revueltas callejeras, etc.
Es posible que el afán independentista esté frenado, el artículo 155 pesa como la espada de Damocles sobre ellos, y, todavía no se pronunciaron los Tribunales sobre las penas que tendrán que purgar cada uno de ellos, posiblemente muchos de los electos tengan que cambiar el escaño por la celda de alguna prisión de país. A partir de ahora, ni Cataluña volverá a ser tan soberbia como fue, ni el Estado volverá a encontrarse tan débil y acomplejado como en este episodio.
Con el independentismo embarrancado no se acabó la crisis, porque es posible que esté descarrilada la anunciada reforma constitucional, pues es imposible contentar a la vez, a los insurrectos catalanes, a las autonomías que no quieren el federalismo, a los que quieren fortalecer la unidad en vez de debilitarla, a los que quieren una ley electoral a su medida, a los populistas que quieren derogar el sistema, a los que nunca están contentos…… difícil, difícil.

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