AVES DE LA SIERRA NORTE. LA ABUBILLA

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Miguel Ángel Granado
«Ububú-ububú…upupú-upupú» Este canto, que se escucha al entrar la primavera, corresponde a la Abubilla, cuyo nombre científico es onomatopéyico: nuestros ancestros decidieron llamarla Upupa epops. Ave de tamaño medio, con 28 cms. de longitud y escaso medio metro de envergadura, es una de las más conocidas; llaman la atención su variedad de tonos y su volar ondulante e irregular, asemejándose a una mariposa gigante, destacando el contraste de las franjas blancas y negras de las alas, anchas y redondeadas. Luce una llamativa cresta de color ocre con las puntas negras que, puede abrir y cerrar voluntariamente y despliega en muchas ocasiones; un pico fino, largo y curvado, adaptado para poder escarbar y desenterrar larvas de insectos, de las que se alimenta. En su cuerpo apreciamos una clara diferencia, ya que la parte delantera es de color canela y, en la parte posterior predominan las listas blancas y negras de las alas, como ya hemos comentado. Posee además una ancha cola negra, atravesada por una lista blanca. No existe dimorfismo sexual aunque el color canela de los machos es más intenso que el de las hembras. Frecuentemente la observaremos en el suelo, tiene un caminar elegante y agita la cabeza continuamente.
La Abubilla tiene mala fama, ya que puede desprender un olor nauseabundo en determinadas situaciones, siendo utilizado como medio defensivo. Se le ha acusado de acumular gran cantidad de heces en el nido; esto no es cierto. La realidad es que, la hembra durante la época reproductora y los pollos, tienen la capacidad de generar una secreción pestilente, que proviene del obispillo, concretamente de las glándulas uropigiales. Por si fuera poco, los jóvenes se defienden con una rociada de heces hacia el agresor, otro motivo para calificarlas de aves apestosas. Sólo actuarán así si se sienten amenazadas.
En cuanto a su distribución, se encuentra en zonas templadas de Europa, África y Asia. En nuestro país es estival, está presente desde marzo hasta octubre; aunque hay que destacar que la tendencia a migrar está cambiando, cada vez se localizan más individuos residentes, si acaso en invierno realizan desplazamientos hacia zonas más meridionales pero no llegan a cruzar el Estrecho. Podemos detectarla en toda la península exceptuando la franja cantábrica; también se encuentra en Baleares y Canarias. En nuestra comarca la observaremos bien hasta los mil metros de altitud. Muestra preferencia por zonas boscosas abiertas: encinares, alcornocales, robledales, etc. pero además, la encontraremos en zonas de cultivo diversas: frutales, viñedos,…, riberas, sotos e incluso zonas esteparias, con escasa vegetación.
Se alimenta de todo tipo de insectos, especialmente larvas, sondea el suelo o las cortezas de los troncos con su largo pico, que le sirve para localizarlas; si se trata de insectos adultos, consume mayoritariamente saltamontes y grillos. Ave de ambientes secos, limpiará su plumaje con baños de arena, no en el agua como otros pájaros; por otra parte, si su alimentación es adecuada no necesita consumir líquidos.
Escucharemos su repetitivo canto hasta bien entrada la primavera, sobre mediados o finales de mayo, momento en el cual cesará, signo de que ha encontrado pareja y comienza la fase reproductora. Una vez escogido el hueco donde establecer el nido, lo limpiarán bien y, posteriormente tapizarán el lecho con ramitas y hojas secas; la hembra pondrá de cinco a diez huevos que incubará durante unos veinte días; es frecuente que en los últimos días de incubación el macho la releve en esta sedentaria tarea; generalmente realiza una única puesta aunque a veces puede llevar a cabo una segunda. Cuando los huevos eclosionan nacerán los pollos, que vienen al mundo desprovistos de plumas. Es en este periodo cuando tienen la capacidad de segregar el líquido pestilente al que hacíamos alusión antes. Durante cerca de un mes ambos sexos se encargarán de su manutención y aprendizaje, aunque en la tarea de ceba es la hembra la que lo hará habitualmente. Después de aprender a volar y dejar el nido, todavía permanecerán unos días cerca de sus padres. Adquieren la librea (el plumaje) de los adultos muy rápidamente. Esta especie muestra una tendencia poblacional a la baja, en ligero declive. Le afectan la pérdida de lugares para nidificar, a veces fruto de una mala gestión agraria y forestal: la intensificación de la agricultura ocasiona que desaparezcan zonas de arbolado disperso; asimismo los insecticidas y plaguicidas reducen su alimento. Cuidemos de estas curiosas aves tan beneficiosas y, fáciles de observar a pequeña distancia. A todos nos llama la atención verlas, dada su curiosa fisonomía.

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