Y dale con el lobo

Jaime S. Barajas
Para mí todo esto del lobo es, una vez más, el clásico al que los gobernantes, con la impagable colaboración de los medios de comunicación, nos tienen acostumbrados desde hace siglos: buscar un tema que movilice lo visceral para distraernos de lo importante. Vamos, un trapo al que al agitarlo no se puede dejar de embestir.
En vez de hablar de la dramática situación por la que pasa la ganadería extensiva -en zonas con lobos y en zonas donde no los hay-, llevamos meses leyendo y oyendo hablar del lobo en la Sierra. Desde intervenciones delirantes como que «los han soltado los del ICONA» (oído este invierno en un bar a pesar de que el ICONA desapareció en 1991), hasta intervenciones mucho más ponderadas como la aparecida en este periódico con el título El lobo y su problemática ante los ataques al ganado. Lo último ha sido el cuento firmado por el señor Hernán González, aparecido en el último número del Senda Norte y que supera lo imaginable: los lobos se van a comer a los niños en los parques y la Comunidad de Madrid tendrá que indemnizar por ello -suponemos que a sus madres y padres, propietarios legales, ¿no? Desde luego, esta vez se ha pasado con el trapo.
Resulta evidente que si, como dice UPA en este mismo periódico, los ganaderos (yo añadiría de extensivo) somos una especie en vías de extinción, no es por la llegada del lobo a la Sierra. Mientras aumentan todos los costes de producción y la burocracia nos asfixia, el precio que nos pagan por nuestros productos no se ha movido en décadas: hace pocos días se estaba pagando al productor el cordero lechal a 3,4 euros el kilo. Eso sí, el precio final para el consumidor ha subido junto a todo lo demás.
La Política Agraria Común (PAC) y las diversas normativas -europeas, españolas, autonómicas- que padecemos sí que son el lobo. Se oye decir que la PAC es errática, pero hay algo evidente: se modifique lo que se modifique, la PAC siempre favorece a la gran distribución en detrimento de los productores, en especial de los pequeños. Que hasta un producto con denominación de origen pueda traerse de otro sitio, como se muestra en la foto, sí que es el lobo. Lo mismo que las toneladas de cordero francés de ínfima calidad que inundan el mercado español en diciembre para bajar los precios… a los productores, no al consumidor final, claro.
Eso sí, mientras, los ganaderos, a hablar del lobo.
Otro buen lobo de la PAC son las medidas que permiten que puedan cobrar ayudas quienes obtienen solo el 20% de sus rentas de la ganadería, vamos, que se puede ser ganadero como pasatiempo y recibir una ayuda con cargo a los impuestos de toda Europa. Más competencia para ganaderos profesionales cuya actividad principal es el cuidado del ganado. Podríamos seguir con los Coeficientes de Admisibilidad en Pastos, algo totalmente inadecuado para un entorno como el nuestro; etc.
El CETA firmado con Canadá y otros tratados de libre comercio que se están negociando por la UE serán el final de muchas explotaciones de ovino tanto para leche como para carne, pero parece que lo que va a acabar con la ganadería es el lobo.
No sé si quienes tanto hablan del lobo son de los que agitan el trapo o simplemente embisten, pero por favor, dejen de usar a los ganaderos. Si tanto les interesamos, hablen de las cosas que de verdad van a acabar con una actividad milenaria como la ganadería extensiva que ha convivido y convive aquí con lobos y en otras partes con osos o pumas, pero que acabará sucumbiendo a manos de los depredadores de corbata y maletín.

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