“Straperlo” (Estraperlo). Antecedentes del caso Gúrtel

 

 

 

Antonio Sánchez-Marín Enciso.

Cuando tanto se habla del caso Gürtel, me viene a la memoria el escándalo del «straperlo», en el Bienio Negro, el gobierno de la derecha, CEDA, que estalla cuando un hombre de negocios holandés, M. Strauss, manda una carta a Niceto Alcalá Zamora, una vez que Lerroux se negó a pagar la indemnización que el propio Strauss había recabado por la prohibición del juego, en la cual denuncia que ciertos elementos del gobierno y del Partido Radical habían aceptado regalos (relojes de oro) a cambio de prometer un permiso de juego con una ruleta eléctrica de nuevo modelo, bautizada Straperlo, que había sido instalada a modo de prueba en el propio Ministerio de la Gobernación.
Niceto Alcalá Zamora se la envía a su vez a Joaquín Chapaprieta que había sido el encargado de presidir el nuevo Gobierno con el encargo de reducir gasto, reorganizar la administración;, la derecha tiene siempre fijación, antes como ahora, en esta tarea reduccionista de gastos como solución a todos los males; el recorte empezó, como no, por la Cultura, las Misiones Pedagógicas que se redujeron a la mitad, de 800.000 pesetas a 400.000, y la educación que sufrió un duro traspiés a los afanes republicanos de construir 25.000 nuevas escuelas en cinco años, lo que supuso un gran debate en el Parlamento con la creación de una Comisión para esclarecer los hechos, y que descubren que son todos los miembros «untados» con el susodicho reloj son del Partido Radical de Lerroux, lo que obliga a Chapaprieta a formar un segundo Gobierno.
Todo ello provoca un gran escándalo, pues, dice la izquierda, mientras, que quienes mantienen en la cárcel a muchos de los que participaron en la Revolución de Octubre, se venden por un reloj de oro.
Tres empresarios, Strauss, Perle y Lowann (esta última esposa del primero), creadores de esta máquina del juego, que le dieron el nombre de Straperlo, (acróstico, Stra Per Lo), con el objetivo de que se autorizara la instalación de una ruleta en el Casino de San Sebastián (Guipúzcoa), sobornaron en 1934 a altos cargos del Gobierno, entre ellos Aurelio Lerroux, sobrino de Alejandro Lerroux, líder del Partido Radical, en aquellas fechas en coalición con la CEDA de José María Gil-Robles, o el ministro de Gobernación, Rafael Salazar Alonso, del mismo partido.
El juego fue prohibido por la policía tras demostrarse que era fraudulento, pues la rueda se controlaba mediante un botón, y por lo tanto la banca ganaba siempre que lo deseaba, lo que no impidió que funcionara también en Formentor (Mallorca), donde luego también fue clausurado.
Otro escándalo de aquella época es el caso Nombela, del nombre del funcionario que lo denuncia; esta vez se trata de indemnizaciones irregulares concedidas a una empresa pública colonial, de nuestras colonias que entonces poseíamos…. Era el Gobierno de la CEDA, de la derecha…. De casta le viene el galgo
A partir de entonces se generalizó la palabra estraperlo, castellanizada, que ha quedado como sinónimo de chanchullo, intriga o negocio fraudulento A partir de este escándalo, de «estraperlo», la «e» es una adición a la palabra «straperlo, por la tendencia a las vocales protéticas del español, eludiendo las consonantes como principio de palabra, en este caso la «s».
Así, por extensión, se denominó también estraperlo, durante la posguerra española, al comercio ilegal (mercado negro) de los artículos intervenidos por el Estado o sujetos a racionamiento (decretado por el régimen de Franco desde 1936 hasta 1952), recibiendo el apelativo de estraperlistas los que se dedicaban a tal comercio, es decir comercio con el hambre de los españoles y que duró muchos años después de su victoria franquista, y con el cual se enriquecieron muchos desaprensivos.
A este respecto, de mi propia experiencia lo comprobé «in situ», cuando un tío mío Guardia Civil de Marina, hoy lo cuento pues dicha persona desgraciadamente murió, era la persona más maravillosa y honrada que he conocido, me mostró un barco cargado con relojes de «contrabando». Los «dueños» de aquella mercancía en el barco varado en el muelle de Algeciras en espera de solución era ni más ni menos, según sus informaciones, de Alto Comisario en Norte de África, uno de los generales concomitantes con el criminal levantamiento, y de la «eximia» esposa del «Maldito».

 

 

 

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