SE PILLA ANTES A UN MENTIROSO QUE A UN COJO

Mentimos una media de dos veces al día, o al menos eso es lo que admitimos públicamente. Pero, ¿sabemos detectar una mentira?
Tenemos dos tipos de señales para detectar las mentiras, las visuales y las auditivas. Las primeras son menos fiables en la medida en que son más fácilmente controlables siempre y cuando seamos conscientes de que estamos mintiendo:
Tocarse la nariz. Cuando estamos nerviosos nuestra nariz se hincha de sangre, haciendo que sintamos algo molesto y llevemos la mano.
Desvío de la mirada. Nos cuesta mantener la mirada de nuestro interlocutor, bajando la cabeza o mirando hacia otros lados.
Cuerpo tenso. Tendemos a mantener todo el cuerpo en tensión, apenas nos movemos y nuestros gestos se reducen.
Parpadeo continuo o ausencia. Si lo normal es parpadear 10 veces por minuto, el parpadeo se incrementa a 50. También puede ocurrir que la persona no parpadee nada en absoluto, lo que estaría indicándonos que miente.
Su sonrisa es falsa. Sabemos que una sonrisa es falsa cuando no es congruente con sus ojos. Cuando sonreímos lo hacemos con todos los músculos de nuestra cara, incluidos los músculos entorno a los ojos. Si la sonrisa es falsa la expresión de nuestros ojos será igual a la que tendríamos si no sonriésemos.

Luego, estarían las señales acústicas, que son más difíciles de disimular. Estas son:
Pausas más largas entre las palabras. La persona que miente tiene que pensar deliberadamente lo que va a decir para no caer en contradicciones, haciendo pausas entre sus palabras.
Escasez de detalles y actitud defensiva. Cuando una persona nos miente nos facilitará pocos detalles o estos serán irrelevantes y sin lógica. Además su actitud no será colaborativa y tomará una postura defensiva.
No suelen utilizar nombres propios en sus discursos, pues los mentirosos suelen querer distanciarse de la persona de la que mienten.
El volumen de la voz disminuye ligeramente, mientras que el tono se vuelve más agudo. Nuestras cuerdas vocales también se tensan, haciendo que nuestro timbre aumente, aunque disminuyamos el volumen para que la gente no escuche nuestra mentira.

Aunque busquemos detectar la mentira, lo cierto es que si no pudiéramos mentir nuestra vida social sería complicada. ¿Quién no ha mentido pensando que iba en beneficio de la otra persona?

Cristina López Mérida
Psicóloga
cristinalm.psicologia@gmail.com

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