012Mujer, no deja rastro en la conciencia

Otro día más, el sábado 23 de noviembre, nos hemos levantado con una noticia que termina con un «llama al 016, que no deja rastro en la factura» o «en el 012Mujer…» Pero esta vez, quizá porque ha sido muy cerca, porque en la Comunidad de Madrid es la novena mujer muerta a manos de su pareja o expareja en lo que va de 2013 o porque ha sucedido solo dos días antes del día 25, Día Mundial para la Lucha contra la Violencia de Género, la noticia ha tenido más eco que otras veces en los medios madrileños.
La madrugada del sábado una vecina nuestra, una mujer de 44 años que vivía en Torrelaguna, murió a manos de su expareja. Al día siguiente, a través de esos medios que han dado una cobertura especial al suceso, nos enteramos de que el homicida tenía una orden de alejamiento después de once denuncias por diversos actos de violencia contra la víctima. Incluso pudimos escuchar las declaraciones del alcalde de Torrelaguna quien, en una alarde de sinceridad, reconocía que la noticia no sorprendía a nadie en la localidad porque el autor de la muerte «fanfarroneaba con que iba a matarla». «Fanfarroneaba», eso fue lo que dijo.
Según la prensa, a pesar de tanto «fanfarroneo», «la Guardia Civil hacía un seguimiento de la víctima y no tenía constancia de que últimamente el presunto agresor hubiese estado en la localidad, de la que no es vecino.» Lo esperable es que esta semana, si se abre una investigación, la Guardia Civil, el juzgado de Torrelaguna, la Comunidad de Madrid y cualquier otro organismo que debería haber velado por la seguridad de nuestra vecina diga que se ha hecho todo lo posible, pero que faltan medios o…
Eso sí, si este «fanfarrón», unos pocos cientos kilómetros más al norte por la A-1 hubiera «fanfarroneado» con que iba a matar a cualquiera –menos a su expareja, claro–, llevaría unos años en prisión tras pasar por la Audiencia Nacional; si hubiera «fanfarroneado» con que iba a convocar una concentración para rodear el Congreso de los Diputados, habría sido detenido, enviado al mismo tribunal y, con el nuevo Código Penal en proceso de elaboración, condenado a prisión; si hubiera «fanfarroneado» con hacer un escrache en la puerta del domicilio de cualquier concejal de su pueblo o con que iba a evitar un desahucio acudiendo a la sucursal bancaria que deja a una familia en la calle, habría caído sobre él todo el peso de la ley después de recibir algún porrazo o el impacto de una bala de goma.
Está claro qué se protege y a quien, ¿no? La Comunidad de Madrid, en sus presupuestos para el año 2014, recorta un 5% el dinero destinado a la prevención de la violencia de género mientras que el Ministerio del Interior incrementa un 1780% (sí, un mil setecientos ochenta por ciento, no es una errata) el presupuesto para material antidisturbios.
La próxima vez que oigamos una «fanfarronada» como las que profería este señor, que en la calle o en un bar escuchemos a un vecino cualquier barbaridad machista, que tildemos como «chiquilladas» los celos y el control sobre su pareja de un adolescente, igual deberíamos pensar que no vale con mirar a otro lado, con decir que son «cosas de la pareja», igual deberíamos actuar para no tener que reconocer luego que una nueva muerte no sorprende a nadie. Si no acabamos con esto la gente de a pie, nadie va a hacerlo, por mucho que llamemos al 016 (que no deja rastro en la factura) o al 012Mujer, ya lo hemos visto. Hace mucho que nos dejaron claro cuáles son sus prioridades a la hora de proteger.

Mar R. Gimena y Jaime S. Barajas

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