Timoneles hipócritas

El Arcade Residente

Chema Guevara

En las últimas semanas se han generalizado las declaraciones sobre la posible equivocación de considerar la reducción del déficit presupuestario como único camino para salir de crisis. Después de cinco años sermoneando con el mantra de la austeridad, cuando buena parte de Europa muestra síntomas de desesperación, aparecen voces «autorizadas» que aparentan reflexionar sobre la posibilidad de aplicar medidas de estímulo para relanzar la economía.
Hace años que expertos y profanos vaticinaban el desastre al que conduciría una política de austeridad a ultranza para un sistema capitalista basado en el consumo, pero los fanáticos del dogma neoliberal han seguido estirando sus ansias depredadoras hasta bordear el colapso social. Lo que algunos economistas denominan extracción de rentas, y la gente de la calle llama esquilmar, ha sido una constante en el proceder de los grandes poderes económicos globales. Con la inestimable colaboración de organismos económicos y gobiernos títeres el flujo de dinero hacia las cada vez más minoritarias capas altas de la sociedad se ha institucionalizado provocando un aumento de la desigualdad como no se había conocido en décadas.
Las peticiones de responsabilidades a quienes se siguen enriqueciendo a costa de rebajar prestaciones sociales y salarios van subiendo de tono en los países que están soportando los recortes más virulentos. A medida que la población va percibiendo que estamos ante un atraco en toda regla, las peticiones de justicia y restitución del dinero robado empiezan a incluir la idea de que para poner fin a esta agresión deberían, más o menos metafóricamente, rodar cabezas.
Puede que sea por temor a un estallido social o porque ya queda poco que despojar a las capas bajas de la sociedad, pero todo parece indicar que nos estamos adentrando en una nueva etapa de engaños y declaraciones hipócritas. La filtración de un documento en el que el FMI reconocía haber cometido errores en el rescate de Grecia o la publicación a principios de año del informe en el que se admitía equivocaciones al valorar el impacto de la austeridad en el crecimiento económico, son ejemplos de las maniobras de despiste de este organismo cuya misión primordial, no declarada, es procurar el cobro de las deudas a los especuladores financieros. Su larga trayectoria en las últimas décadas está plagada de actuaciones en las que sus rígidas recetas de reformas estructurales, privatizaciones y recortes han generado grandes bolsas de pobreza en América Latina, Caribe y África, al tiempo que otorgaban pingües beneficios a grupos financieros y corporaciones transnacionales radicadas en los países ricos.
En un mundo en el que la rentabilidad de la especulación financiera, gracias a la desregulación, es mucho mayor que la de la inversión productiva, mantener la idea de que enriqueciendo a los de arriba el dinero fluirá al resto de la sociedad, es algo que solo puede explicarse desde la estupidez, en principio descartable en el FMI y en sus comparsas de la gendarmería económica, o desde el engaño interesado.
Las cartas de navegación son falsas y la brújula está trucada, pero continúan marcando el rumbo haciéndonos creer que saben cómo salir de la tormenta en la que ellos y sus capitanes nos internaron. Y siguen largando gente a los tiburones, sin comprender que el verdadero lastre son ellos y quienes desde tierra firme, confortablemente instalados, señalan la derrota.

arcaderesidente@yahoo.es

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