AGOSTO ATÍPICO

Por Chema Guevara

El Arcade Residente

 

Es posible que este año el letargo veraniego de la actividad política y judicial sea menor de lo habitual. Entramos en el mes de agosto en plena vorágine de la mayor crisis institucional desde que el franquismo dejo de ser oficialmente el sistema político español. Es difícil prever cómo evolucionarán los acontecimientos pero, por más que algunos lo deseen, las vacaciones no van a servir para olvidar los escándalos destapados en los últimos meses.

El cierre del curso político no podía haber sido más desastroso. Corrupción, financiación ilegal, justicia al servicio del poder,… prácticas habituales durante décadas que salen ahora a la luz confirmando las certezas de muchos y despertando las sospechas del resto. La indignación de la ciudadanía es patente, como no podía ser de otra forma, al haberse rebasado el límite de desigualdad que una sociedad puede aguantar. Porque los mismos que declaran la necesidad de reducir el estado a la mínima expresión son los que reciben rescates y ayudas procedentes del dinero público, fondos que bajo el engaño de criterios macroeconómicos se extraen de recortes sociales, subidas de impuestos y aumentos de tasas. Ya nadie ignora cuál es su juego pero, sorprendentemente, la revuelta no se generaliza, parece que demasiada gente se resigna y está dispuesta a soportar abusos por encima de sus posibilidades, tanto en invierno como en verano.
Si hay jueces y fiscales que se llevan alguna carpeta a la playa, los medios de comunicación nos lo contarán a la par, y con el mismo énfasis, que la plaga de medusas o la aparición de alguna famosilla en topless. Cabe la esperanza de que el elenco de «analistas» que se repite en todas las mesas de debate de radios y televisiones haya hecho suficiente caja para veranear en lugares exóticos y dejen descansar a la audiencia de polémicas, más tendenciosas que plurales, al estilo de los programas de cotilleo. Sin embargo, la aparición de informaciones comprometedoras para gobernantes y políticos no tiene visos de parar y es muy probable que el alboroto mediático no decaiga.
Las redes sociales tampoco descansarán, ni los comentarios al pie de las noticias en las ediciones de prensa digital. Estar en la orilla del mar o en la montaña no impedirá mantener la rutina de desfogarse colgando en el ciberespacio lo que no se grita en la calle. Y aunque la respuesta ciudadana no se corresponda con el nivel de agresión que está soportando, es probable que más de un político busque lugares recónditos para pasar el mes o se pertreche con gafas de sol y visera de tamaño suficiente como para ocultar sus facciones por miedo a sufrir alguna aguadilla o una disimulada patada al borde de un terraplén. En cuanto a los responsables financieros, aún siendo merecedores de una zancadilla junto a algún precipicio, no tendrán que esconderse ya que la mayoría permanecen en el anonimato.
Sí, será un mes de agosto algo atípico. Seguiremos escuchando que todo es falso, que las cuentas son legales, que nunca se han aceptado donativos a cambio de adjudicaciones, que no sabían que el innombrable fuera un delincuente, y que todo obedece a una sucia campaña de la corrupta oposición… Y nos lo dirán los que perdieron unas elecciones por mentir descarada e intencionadamente sobre los atentados de marzo de 2004, y que han acabado consiguiendo mayoría absoluta asegurando que no subirían los impuestos, que no tocarían las pensiones y que su prioridad sería mantener la educación y la sanidad públicas y gratuitas. Los mismos que apelan a la justicia para dirimir la verdad de los hechos, esa justicia que aparta a jueces incómodos, invalida pruebas, reduce penas y dilata procedimientos para que ellos y sus amigos banqueros no vayan a la cárcel. Ojalá pudiéramos descansar.

 

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