La vida de pueblo es la vida mejor

Jorge García Torrego

Seguramente tú, querido lector, también vivas en algún pueblo madrileño y, como yo, a lo mejor también te has dado cuenta de algunas curiosidades que tiene vivir aquí, en un lugar que no es una gran ciudad pero que tampoco es esa parte de España conocida como «La España deshabitada» donde no vive prácticamente nadie. 

Vivimos en la Comunidad de Madrid, en el horizonte tenemos la gran ciudad y, aunque sigue siendo muy estimulante en muchos sentidos (la gente, la cultura, los barrios o la historia de la ciudad), hay una prisa, un tumulto y, no menos importante, unos precios que no dejan vivir fácilmente. Aquí, al norte de la gran urbe, nos damos cuenta del cambio de las estaciones, de cómo anochece o amanece antes o del cambio de color en las hojas de los árboles. Tenemos horizonte, algo que en Madrid, sobre todo en el centro, cada día que pasa es más difícil, y también tenemos el aire libre y grandes zonas verdes al alcance de la mano.

Yo también fui uno de esos jóvenes que se fue a Madrid para vivir intensamente todo lo que ofrecía la ciudad, pero hoy en día tantas posibilidades me agotan. No se puede estar en todo y, como dije en mi publicación del mes pasado, muchas veces dejamos pasar cultura de verdad, aquí en la sierra, porque creemos que no está a la altura de la que nos ofrece la gran ciudad.
Además, no olvidemos que tenemos el mundo a un click de distancia gracias a internet. No voy a negar que hay días en los que tiraría el móvil por la ventana, con tanta tontería y publicidad, pero para las personas de los pueblos es una oportunidad para poder disfrutar de una gran oferta cultural, de información variada y de estar comunicados fácilmente con las personas que queremos. Además de, gracias al teletrabajo y la mejora de la conexión de internet en los pueblos, poder trabajar a distancia sin tener que tragarse varias horas al día de atasco.
Por eso, ¡qué bien vivir por aquí arriba, compartiendo la naturaleza con los robles, los rabilargos y los boletus! Y qué envidia le damos (y creo que cada vez más) a aquellos turistas que nos visitan los fines de semana y piensan “me encanta esto. Ojalá pueda salir pronto de la ciudad y coger una casita en un pueblo de la sierra…”. 

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