AVES DE LA SIERRA NORTE. EL PAPAMOSCAS GRIS

Miguel Ángel Granado 

Hace ya un tiempo escribí sobre el Papamoscas cerrojillo, más conocido que su pariente el gris, que será el protagonista de este nuevo artículo. Parece ser que el Papamoscas gris (Muscicapa striata) está perdiendo efectivos en nuestra comarca, aunque a nivel nacional su población permanece estable. Ave discreta tanto por el color de su plumaje como por ser bastante silenciosa, sin embargo es posible observarla en sus posaderos habituales, en los que permanece mucho tiempo para poder alimentarse. No es tímida, una vez acostumbrada a nuestra presencia.

Sus tonalidades no tienen rasgos llamativos, exhibe grises en el dorso y blancos crema en el vientre de forma uniforme, con listas tenues en la cabeza, garganta y pecho. Los jóvenes son más pardos y tienen el pecho más moteado. No existe dimorfismo sexual. Esta especie tiene la cabeza voluminosa y el pico fino, aunque ancho en su base. Los tarsos y pies son de color negro. El canto es débil, con gorjeos y resulta agradable. Cuando más lo escucharemos será en los primeros días tras su viaje. Dentro de las especies estivales, es de las más tardías en llegar: se verán los primeros a mediados de abril pero normalmente son individuos migrantes en paso, que criarán en países europeos más septentrionales. De los que se quedarán en nuestras latitudes a pasar el verano, los más tempraneros no aparecen hasta mediados de mayo, siendo frecuente que sigan llegando hasta bien entrado junio. El Papamoscas gris se reproduce en casi toda Europa, Norte de África y Asia. En España sus poblaciones más numerosas se localizan en la zona mediterránea y la franja cantábrica; está presente en casi toda nuestra geografía menos en el noroeste y en las islas Canarias. Sí se encuentra en las Baleares, Ceuta y Melilla. Escaso en la meseta meridional. En nuestra comarca ha disminuido su población.

Habita en zonas arboladas poco densas y se posa al descubierto para obtener su alimento, que se compone mayoritariamente de insectos de todo tipo, cazándolos en vuelo. Es por ello que podremos identificarlo fácilmente en cables, cercas o ramas bajas de árboles. Permanece inmóvil, con la cabeza encogida entre los hombros y de repente se lanza en cuanto pasa un insecto, realiza vuelo rápido con giros imprevistos y es frecuente que lo capture, emitiendo un chasquido y, regresando a posarse al mismo lugar. De vez en cuando sacude las alas y la cola. Suele alimentarse durante la tarde hasta el crepúsculo. Aparte de cualquier insecto volador, en otoño complementa su dieta con algunas bayas.

Este papamoscas no es nada gregario: incluso fuera de la época reproductora permanece mucho tiempo en solitario. Hablando de este periodo, las hembras llegan unos días más tarde y son las que eligen el lugar donde criarán; es frecuente que lo hagan en el mismo sitio del año anterior. Llegado este momento, los machos cantarán con más frecuencia, se producirán las cópulas y con ellas la puesta. El nido se puede ubicar en diversos enclaves: aleros de tejados, porches, agujeros en las casas, huecos de árboles,…, normalmente buscando la proximidad de viviendas humanas. Para elaborar el nido utilizan diversos materiales: musgo, hierba seca, pelusa de lana, telarañas, etc., revestido en su interior con pelos y plumas; ambos adultos se ocupan de esta labor aunque es la hembra la que se encarga mayoritariamente de su construcción. La puesta se compone de 4 o 5 huevos, que incuba ella mientras él aporta el alimento; se lo entrega de forma rápida, a veces desde el aire. A los 12-14 días llegará la eclosión; tras ésta la hembra permanece en el nido los tres o cuatro primeros días, cubriendo a los pollos y dándoles de comer con los insectos que aporta el macho y, a los que suele quitar las alas para facilitar su deglución. Luego serán ambos progenitores los que lleven comida continuamente hasta que, pasados 13-14 días los pollos podrán volar aunque no se marcharán; permanecen cerca durante otros 15 días aproximadamente. Los jóvenes graban en su mente el lugar donde nacieron, al que regresarán al siguiente año. A veces realizan una segunda puesta, siendo normal que el macho aún esté cebando a los pollos de la primera mientras la hembra incuba la segunda. Es una especie que no tiene problemas de conservación aunque su principal amenaza son los insecticidas y plaguicidas, cada vez más extendidos en nuestros campos. Cuidemos a esta discreta ave muy beneficiosa, como todas las que se alimentan de insectos, su papel es muy importante en el equilibrio de la cadena trófica.             

Sé el primero en comentar sobre "AVES DE LA SIERRA NORTE. EL PAPAMOSCAS GRIS"

Dejar un comentario

Tu dirección email no será publicada.


*