BUSCANDO UN CHIRINGUITO DE MONTAÑA

Rosa Ortega Serrano

Estamos en verano y como piensa el ladrón que todos son de su condición, me imagino a los voraces lectores de este periódico de vacaciones. Falaz anotación la que hace mi ardiente cerebro. Es en verano cuando más trabajo hay en los pueblos y cuando nunca descansan sus moradores. Pienso en ese verano y me puede la nostalgia y de manera tan común como el turisteo (turista, también llamado: visitante, generador de inversión, fuente de cultura, invasor de espacios naturales, hombres, mujeres y niños, personas de toda índole, es decir todos nosotros, porque casi todos lo somos recurrentemente) me acuerdo de las siestas obligadas, en penumbra. ¿Es esa la memoria que me lleva y me trae para dejarme tirada casi siempre? Tal vez la evocación de la siesta sea solo un recuerdo y la memoria es algo más. Algo así como “la impresión, retención y reproducción de las huellas de nuestra experiencia anterior”. Es una capacidad de la cognición que nos pe9rmite entender el mundo, es un recurso para sobrevivir y a veces un soporte para vivir. La memoria es histórica porque nos ajusta cuentas con el pasado y es cotidiana porque nos dice dónde está nuestra casa y con quién vivimos. Perdemos memoria con el paso de los años y vamos desarrollando la simulación del que se entera de todo.

Luis García Montero (Granada 1958, poeta y ensayista) nos dice que: “La memoria no es un animal doméstico/ prefiere cazar sola y vivir las preguntas cruzadas de la noche”. 

¿Qué querrá decir este señor? ¿Tal vez que la memoria va y viene cuando quiere, que es indómita y solitaria? 

Ahora tenemos los mejores dispositivos para recordar y se nos olvida mirarlos. Compramos libros que ya tenemos. Se nos escapan las palabras “recuerdo las cosas, pero no sé ponerles nombre”. Acabo de encontrar cinco euros guardados en “La Regenta”. Nos olvidamos de que pasamos una pandemia hace pocas semanas y todavía estamos pendientes de la tercera o cuarta dosis de vacuna. Andamos desmemoriados y obsesionados con la enfermedad del olvido, pasan los años.

Los enredos de la memoria me han traído este desvarío (otro día será la vejez la protagonista de este espacio), ahora no sé cómo volver a las cosechas, a los moradores de los pueblos, ni a la insolencia de recordarles que estoy de vacaciones.

¡Qué disfruten del verano!

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