GRAFFITIS, ARTE URBANO Y VANDALISMO

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Alejandro Fusac Ibáñez 

Primero fue el arte rupestre, cuya intención está actualmente en estudio, ya que se duda entre lo que serian pinturas con una cierta finalidad religiosa  o simples deseos de obtener buena caza. Hasta ahora  solo conocemos manifestaciones de este tipo que se llevaron a cabo en abrigos o en el interior de cuevas, raramente al aire libre.

En las paredes de algunas cuevas, cenobios y refugios de eremitas -tambien en templos- los cenobitas y monjes realizaron igualmente algunos grabados y dibujos, siempre de orden religioso o místico. En mazmorras tambien hemos podido ver como sus habitantes manifestaban deseos, temor o esperanza, plasmando sus ideas en las paredes o en el suelo.

Ya en el siglo XIV, el símbolo “Victor”, se pintaba en las paredes de la Universidad de Salamanca, Alcalá de Henares o Sevilla, así como en la fachada de la casa de aquellos estudiantes que conseguían doctorarse.

Igualmente hemos podido encontrar en muchos pueblos de nuestra geografía, pintadas en las paredes y frontones ensalzando, por un lado, a los “quintos del año tal” o simplemente anunciando que se multara a aquellos que se atrevan a hacer “aguas mayores o menores” en aquel lugar, jugar al balón etc.

En los años 70 del siglo XX, se comenzó a hacer protesta en las calles, pintando murales representativos de aquello que se pretendía destacar, denunciar o publicitar. La cosa ha ido evolucionando, convirtiéndose, en muchos casos en lo que se conoce como “arte urbano”, en unas ocasiones autorizado y la mayor parte de las veces, no. El arte urbano se diferencia claramente del simple garabato o “firma” más o menos elaborada, que carece de calidad artística, mientras que los murales de cualquier tamaño, aspecto o colorido, pueden llegar a ser autenticas obras de arte dignas de permanecer y no ser borradas.

Como vemos, las pintadas no son precisamente un invento moderno, aunque actualmente, al estar invadiéndolo todo, han llegado a convertirse en un problema de orden público importante.

Aquí es donde cobran protagonismo los “garabatos”. 

En un  triste y desesperado intento por “hacer algo”,  (en plan “quiero y no puedo”) surgen los garabatos. Generalmente son firmas, o lo intentan, cuyos autores pretenden defender, abarcar o expandirse por un espacio para marcar su territorio, por lo que unos terminan pintando sobre lo de otros y así de manera indefinida. En la mayor parte de los casos, no son más que pintarrajos sin sentido para aquellos que lo vemos, pero con gran significado para el autor y sus colegas. Es lo que se conoce como “graffiti”. Se plasman sobre cualquier cosa: muros, fachadas, farolas, escaparates, buzones de correos, coches del Metro, pasos elevados, barreras anti ruido de carreteras, paneles de anuncios e incluso señales de tráfico; autobuses y camiones del frutero o del pescadero; primando entre los autores, la dificultad, el lugar más o menos accesible o complicado debido a la vigilancia que pueda haber.

En estos momentos, eso que muchos denominan erróneamente “arte urbano”, cuando no es otra cosa que un simple garabato, ha transcendido de las ciudades y está invadiendo el campo y el mundo rural. Ahora ya se pueden ver en pasos elevados de autovías, puentes, estaciones de tren, casetas de huertos, naves ganaderas, muros de piedra de casas de pueblo cerradas, refugios de montaña, rocas y hasta en fachadas de edificios artísticos y monumentales, como ermitas. El gamberrismo de individuos ignorantes, torpes y faltos de entendimiento ha llegado a extremos tales como el de garabatear sobre pinturas rupestres prehistóricas, cosa que, por desgracia, ha sucedido recientemente en una cueva de Rincón de la Victoria, Málaga, en la cual, debido a su fácil accesibilidad y dejadez por parte de las autoridades, se han llegado a encontrar desde botellas de cerveza hasta sillas y colchones. La ignorancia, desfachatez y atrevimiento de ciertos individuos a la hora de  “divertirse”, así como la impunidad con la que actúan, no parece tener límite.

Llegados a este punto, no puedo sino concluir que, como las autoridades locales, autonómicas y nacionales no tomen urgentemente cartas en el asunto, se  nos va a ir de las manos absolutamente y añado que el vandalismo contra la propiedad privada, el medio natural y el patrimonio histórico, es un delito tipificado en el Código Penal con multa e incluso cárcel, de modo que, señores de la administración: a ponerse las pilas, que ya va siendo hora; gánense el sueldo.

labordezapa@yahoo.es

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