LA MIGRACIÓN DE LAS AVES (II)

¿Por qué en el mundo de las aves hay especies que son migratorias y otras no? 

Así comenzaba el artículo que escribí hace tres años por estas fechas. Los ciclos se repiten, de nuevo terminamos otro verano. Vivimos una época dorada en la historia del Universo, el Holoceno, que se caracteriza por temperaturas más o menos estables, lo que facilita la biodiversidad, ya que los diferentes seres vivos se adaptan a unos ritmos estacionales que se repiten anualmente. Y ahora, al dejarnos el calor, las aves estivales de nuestra geografía regresan, puntuales a su cita, a sus hogares de invierno: la mayoría de especies marcharán al África subsahariana. 

Una vez más nos despediremos de las golondrinas, los vencejos, las cigüeñas, los ruiseñores, las águilas culebreras y calzadas, los autillos, los abejarucos, las oropéndolas, etc. Hasta la próxima primavera no volveremos a contar con su presencia. La sierra se quedará más silenciosa. Sin embargo, para compensar esta ausencia llegarán en breve otras, que crían en latitudes más septentrionales, conocidas como invernantes. Con el otoño explotarán los colores de los árboles y los animales se nutrirán abundantemente con sus frutos, preparándose para el frío que vendrá después. 

El fenómeno de la migración continúa sin estar del todo resuelto a día de hoy. Se sigue investigando y conociendo datos significativos al respecto. Es muy complejo, existen multitud de casos y las variables son grandes. Hay aves muy parecidas, de la misma familia, en las que unas realizan viajes de miles de kilómetros y otras son residentes. Por poner un ejemplo, dentro de las rapaces nocturnas el autillo es el único estival, el resto permanecen aquí todo el año. Además, dentro de la misma especie, no todos los individuos realizarán esos largos desplazamientos, lo que es conocido como migración parcial. Incluso, en una misma población puede darse un patrón diferente de cronología y migración, basada en aspectos como el sexo o la edad: en Escandinavia únicamente las hembras de Pinzón vulgar (Fringilla coelebs) migran, los machos permanecen como residentes. De hecho por este motivo recibe ese nombre científico, ya que la palabra coelebs significa soltero. Trataremos de abordarlo de una manera sencilla y, dejaremos para los biólogos y ambientalistas esas cuestiones más difíciles. 

Centrándonos en nuestro país observamos que llegan aves tanto desde el norte como desde el sur, invernantes y estivales. Próximamente observaremos más garzas, ánades, limícolas,…Llegarán los gansos y las grullas, veremos grandes bandos emitiendo sus sonidos mientras vuelan conservando una formación en V. Y llegará la próxima primavera y, emprenderán de nuevo viaje hacia lugares como Escandinavia o hacia el centro y noreste del continente asiático. Unas y otras, invernantes y estivales, coinciden en mayor o menor número en su partida y llegada, ahora y en primavera.  Por tanto, unas y otras, realizarán dos viajes al año, llamados prenupcial y postnupcial: antes y después de la época reproductora. En muchos casos estos recorridos son de miles de kilómetros. Asimismo, en las especies residentes se producen movimientos; aunque estos desplazamientos son de pequeñas distancias en la mayoría de los casos. Especies como el Treparriscos o el Mirlo acuático, habitantes típicos de las zonas de montaña, descienden a altitudes inferiores ante la llegada del frío. También sucede con los mamíferos. ¿Y como saben las migratorias que ha llegado el momento de emprender el viaje? Evidentemente no conocen los calendarios;  existe un motivo principal en cualquier ser vivo, como es la disponibilidad de alimento. Y esta, está condicionada por la temperatura y las horas de luz diarias, principalmente. Hay tanto factores genéticos como estímulos que llegan al sistema nervioso de las aves y que provocan cambios hormonales; estos desencadenan la necesidad de comenzar el viaje.

Otro factor a tener en cuenta es el agrupamiento en grandes bandos, lo cual conlleva un menor gasto energético durante las etapas; en la mayoría de las especies estos viajes se realizan en conjunto. Además, es sabido que se orientan por el sol, que perciben los campos magnéticos y que utilizan referencias visuales y olfatorias. Como comentaba al principio, la migración de las aves es un fenómeno que daría para escribir muchas páginas, hay mucha documentación por si os interesa. Despidamos el verano, despidamos a las aves del calor y preparémonos de nuevo para abrigarnos y darles la bienvenida a las aves invernantes…Pero antes disfrutemos mucho de la estación multicolor: el otoño. Y, de paso, celebremos el Día Mundial de las Aves Migratorias, el próximo sábado 9 de octubre.

Miguel Ángel Granado

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