CERCANÍAS: EL SUEÑO DE LA SIERRA POBRE

Por Lucía Balseiro

¿Recuerdas la línea de ferrocarril Madrid-Burgos? ¿Y el fallido plan de 2014 del tren turístico que iba a ocupar su lugar? Sea una respuesta afirmativa o negativa tómate un momento y permítete el lujo de imaginar una sierra norte con cercanías. Una sierra que no dependa de escasos y lentos viajes en autobús.

Año tras año desde hace tiempo me subo cada día en el autobús de las seis de la mañana, línea 191, Alsa. Hora y media de trayecto si todo sale según lo planeado. Mucha gente que va a estudiar y trabajar coge este mismo autobús a esa hora, también algunos de nuestros mayores que van al médico. Y hora tras hora sube y baja gente en un flujo constante de la sierra a la capital, dormitando, cargando bolsas, carros, bicis y lidiando con incidentes como averías, impuntualidades o imprevistos propios de la carretera.

Pero volvamos a nuestra imagen ideal, un cercanías, uno que siga el mismo trazado que antaño. El ferrocarril que pasaba por Alcobendas, Colmenar Viejo, Soto del Real e iba subiendo poco a poco por muchos de nuestros pueblos hasta Somosierra y más allá. Ahora piensa en el cercanías —una genialidad del mundo moderno que sí es real—: la línea C-4 parte de Parla y cruza toda la ciudad para dividirse en dos a la altura de Cantoblanco, surgiendo un ramal que llega hasta Colmenar Viejo. ¿Cuánto crees que costaría continuar la línea hasta Somosierra? Esa es una pregunta que no está en nuestras manos, puede que cueste más de lo que creemos, o no. Pero lo que no cuesta tanto, lo que está en nuestras manos es luchar por nuestra comodidad.

Sigamos con esa imagen, en ese mundo paralelo en el que la sierra tiene acceso a un transporte público, eficaz, rápido y cómodo. Por el precio de un abono de transporte desde nuestra zona (20€ los jóvenes, aproximadamente 9€ la tercera edad y en torno a unos 100€ mensuales el resto de la población) nos podríamos ahorrar mover los coches, los atascos, y el constante traqueteo de los autobuses. Podríamos encontrarnos sentados cómodamente en un vagón de tren que alcanza los 200 kilómetros por hora, camino al centro para hacer compras, ir a trabajar, estudiar o lo que sea que quieras hacer. Dicho tren cumple un horario estricto y regular, sin atascos.

Pero hay que abrir los ojos, ser realista y observar: mira a tu alrededor. ¿Has visto las paradas de autobús de tu pueblo —si es que hay—? Fíjate en sus horarios, con suerte pasará un autobús cada hora, y plantéate si tu tiempo vale tan poco. Hora y media de bajada, coge el metro, ve a trabajar, vuelve al metro —reza por no perder el autobús para no quedarte tirado una hora esperando en Plaza Castilla— y vuelta a empezar: hora y media hasta tu pueblo si eres afortunado. Sí no, coge tu coche desde donde te bajes y conduce hasta tu casa. A ese desesperante y cansado día a día sumale lidiar con los atascos de viernes a domingo y en verano, el éxodo de la capital a los pueblos en atascos de más de dos horas. Nos hemos dado por vencidos antes de luchar, nadie ha dicho “Basta, hasta aquí y no más”. Yo quiero viajar rápido, tal y como la gente que vive en la ciudad y sus alrededores. Quiero poder confiar en que —teniendo la posibilidad— pueda estar en el centro de Madrid en máximo una hora. Y que ese tren que me lleva de acá para allá no sólo va a servir para eso, sino que va a situar en el mapa a mi pueblo; que lo va a convertir en un referente, en una muestra de avance y actualización de nuestras redes de transporte. Quiero pensar que nuestra comodidad va a ser también el motivo por el cual todos los turistas y aficionados al campo que desisten de venir por los interminables e incómodos viajes en autobús y atascos en la carretera se aficionen a este tren. Será una inversión redonda: incentivará el turismo, revalorizará nuestros pueblos, creará nuevos puestos de trabajo, acortará los tiempos de traslado y revivirá un pasado de nuestra comarca: el tren Madrid-Burgos. Que no sólo debería dar servicio a los turistas —como se planteó hace años— sino a los que vivimos día a día aquí y lidiamos con los inconvenientes de vivir en el mundo rural y tener parte de nuestra vida a más de 60 kilómetros en la capital.

Tenemos que ser valientes, alzar la voz —o al menos pensar en el bien común— y dejar a un lado los programas electorales, los intereses políticos y gastos en abstracto. No hay nada que valga más que nuestro tiempo y comodidad, más aún en los tiempos que corren. ¿Estarías dispuesto a luchar por ese futuro ideal? ¿Qué es lo que quieres tú?

2 Comentarios sobre "CERCANÍAS: EL SUEÑO DE LA SIERRA POBRE"

  1. Estimada Lucía,
    Me ha encantado con la naturalidad y sencillez que consigues transmitir al lector esta dura realidad de muchas personas que viven en la Sierra Norte, y la actual dependencia en la línea 191 (por no comentar las ridículas frecuencias de la 191A,B,C,D,E).
    Creo que es interés nacional la reactivación del Ferrocaril Madrid-Burgos, que podría empezar con la ampliación del Cercanías hasta Somosierra.
    Un abrazo y enhorabuena, ojalá un día veamos pasar el tren.

  2. Por su puesto es muy necesario este tren, es un buen proyecto y gran ayuda para todos los madrileños y muy esencialmente para todos los vecinos del valle y demás lugares.Animo y apoyo con fuerza este proyecto ánimo!!!

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