DIECISIETE DE ENERO (FELIZ CUMPLEAÑOS)

Rosa Ortega Serrano

Me despierta el olor de la nieve y como decía Cernuda: “los caminos de hierro tienen nombres de pájaro/ son de nieve los campos/ y de nieve las horas.” 

Y de nieve la incomodidad y los resbalones y los deseos de sol, perpetuo y calentito. Solo me saca del aislamiento que me produce la nieve el “ansia buscadora” de noticias sobre el coronavirus. Con los coles cerrados y el “sí, pero no” del confinamiento, no queda sino la espera.

Espera de que la nieve desaparezca y dejen de hacer bromas pesadas sobre lo inesperado de la tormenta más anunciada de los últimos años.

Espera del mando único, concepto peligroso que sin embargo parece necesario para que la ciudadanía trabaje el tema de la auto responsabilidad (sin duda este es un asunto relacionado con la educación y tal vez hasta con aquella asignatura fallida del mismo nombre, de la era Zapatero).

Espera de que cunda el sentido más común de todos los sentidos, que unido al sentido del ridículo y del respeto por los demás, impida a nuestros líderes salir pala en mano demostrando lo indemostrable. (Deberían practicar en el Parlamento, con el “pico” que no con la pala.)

Espera de que cambie la forma de hacer política y desterremos la mentira como arma de seducción. 

Espera esperanzada de que el comité de expertos gestores epidemiológicos tome el control en la distribución de las vacunas. ¿Por qué si lo único seguro y certero que había que hacer era organizar la logística de vacunación, dejaron pasar el verano y el otoño para empezar el trabajo? ¿“coincidir con el curso académico”, tal vez?

En espera de que vuelva la luz a la Cañada Real y esos 1812 niños y niñas que ya tienen dificultades para crecer en ese entorno, puedan volver a sus centros escolares. Diversidad cultural en estado pobre, que no quiere ser recluida en albergues.

Espera de que a ningún visionario de profesión político se le ocurra salvar la Semana Santa o el verano y condenarnos a todos a la incertidumbre perpetua de una cuarta o quinta ola.

En espera de una espera mucho más grande porque también incluye acabar con el negocio de las privatizaciones de los centros donde viven nuestros padres y madres, ni siquiera en un sistema neoliberal capitalista moribundo como es el que nos acoge debería estar permitido ganar dinero con la salud y la educación

En espera de que las noticias políticas, económicas, sanitarias dejen de hablar a gritos y nos lleguen como soluciones o como problemas no como tsunamis “come cocos”.

En espera de abrazos, conversaciones, cercanía… Amigos.

En espera de que se evapore la nieve y el coronavirus pase a catarro común y podamos levantar la alfombra para barrer el polvo y pedir cuentas a nuestros gestores, ofrecerles el paro o un finiquito acorde con las verdades contadas.

Esto mientras espero. Cuando sueño, vivo que cada uno de nosotros y nosotras aceptamos la responsabilidad que nos toca en todas las crisis que se suceden e intentamos crear una realidad diferente lo menos parecida posible a la que nos ha traído hasta aquí.

Luis Cernuda sigue diciendo: “Las noches transparentes/ abren luces soñadas/sobre las aguas o tejados puros/constelados de fiesta. /Las lágrimas sonríen/la tristeza es de alas/y las alas sabemos/dan amor inconstante. /Los árboles abrazan árboles/una canción besa otra canción/por los caminos de hierro/pasa el dolor y la alegría. / Siempre hay nieve dormida/sobre la nieve allá en Nevada.

(Luis Cernuda es un poeta español de la generación del 27. Nació en Sevilla el 21 de septiembre de 1902 y murió en México el 5 de noviembre de 1963).

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