ECHO DE MENOS A MIS AMIGOS

Rosa Ortega Serrano

No pasa nada. Podemos celebrar la Navidad en Zoom, gozar de los turrones sin masticarlos y soñar que somos espectadores de una nueva era, en la que el nacimiento de Cristo es sustituido por la luz de los móviles. Esperaremos pacientemente la inminente vacuna. Biden reinará en el mundo, ignorando las pataletas del niño Trump. Canarias recibirá refuerzos para atender a todos las personas migrantes que llegan a sus playas y tal vez los ERTES sustituirán al despido en nuestra legislación laboral. Hasta es posible que la ciudad de Madrid pueda lanzar a sus hijos e hijas mas allá de los limites de la Comunidad y los habitantes de la sierra gocemos de la paz que tanto nos gusta. En ?n, no hay razón para el desánimo, el otoño sigue espléndido y el futuro es halagüeño. 

Pero esta es la versión optimista, porque como muy bien dicen los que piensan: “Siempre espero lo peor y siempre resulta peor de lo que esperaba”. Supongamos que en algunos hogares no hay electricidad para enchufar el ordenador, que los católicos quieren seguir celebrando el nacimiento del hijo de dios. Que los Malienses no reciben las dosis necesarias de vacunas al mismo tiempo que los berlineses. Que los 47 millones de votantes de Trump denuncian irregularidades electorales. Que los ERTES desaparecen y vuelvan los despidos baratos y abundantes. Que un sector amplio de población que vive del turismo en la sierra implora para que no se acaben las visitas de los vecinos de Madrid y que a pesar de que el otoño siga en todo su esplendor, seguimos dudando entre salud y economía. 

Aunque ustedes piensen que esto es un caso de trastorno de identidad ( a lo doctor Jekyll y Mr Hyde) o una simple falta de criterio, no pretendo sino mostrar mi confusión a estas alturas de pandemia. 

Antes de que se me rompa el alma, como a nuestro maravilloso poeta valenciano de 88 años Francisco Brines (premio Cervantes 2020), intentaré ponerme en el lugar del otro, de los otros.

HAY VECES EN QUE EL ALMA/ SE QUIEBRA COMO UN VASO, / Y ANTES DE QUE SE ROMPA/ Y MUERA (PORQUE LAS COSAS/ SE MUEREN TAMBIÉN), / LLÉNALO DE AGUA/ Y BEBE,/ QUIERO DECIR QUE DEJES/ LAS PALABRAS GASTADAS, BIEN LAVADAS,/ EN EL FONDO QUEBRADO/ DE TU ALMA/ Y, QUE SI PUEDEN, CANTEN./ 

 No puedo acabar sin mostrar mi cobardía por no haber hablado de la llamada ley Celaá (Ley orgánica de la modi?cación de la LOE). Primero tendré que leerla, no voy a echarme a la calle a protestar solo con la información que me ofrece mi periódico de cabecera. Además de esto, con?eso que no me gustaba nada la ley anterior (Ley Wert) y que cualquier cambio con ánimo de introducir más equidad, poner en valor la enseñanza pública, suprimir las revalidas y recuperar el papel de las familias en la educación de sus hijos, me va a parecer acertado. 

 Epitafio romano
 «No fui nada, y ahora nada soy.

Pero tú, que aún existes, bebe, goza
 de la vida…, y luego ven.»
 Eres un buen amigo.

Ya sé que hablas en serio, porque la amable piedra
 la dictaste con vida: no es tuyo el privilegio,
 ni de nadie,
 poder decir si es bueno o malo
 llegar ahí.
Quien lea, debe saber que el tuyo
 también es mi epitafio. Valgan tópicas frases
 por tópicas cenizas.

FRANCISCO BRINES

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