NEOCOLONIANISMO DE LO RURAL

El Malandrín de la Puebla.
Escucho cada vez con más frecuencia, quejarse a vecinos de los pueblos de la sierra, de que un gran porcentaje de, digamos, «turistas» (algunos lo cifran en más de un 59%) consumidores de ese turismo rural tan en boga, demandan y exigen «su» campo, «su» naturaleza inventada al estilo Disney y «su» pueblo ideal, donde la prioridad no es lo rústico, lo sencillo, lo natural y lo tradicional, sino el wifi, el jacuzzi, el spa, el microondas, la cocina de inducción y la TV multicanal, de parabólica a ser posible… En este principio de siglo tan caótico en lo que a tendencias y prioridades se refiere, estos turistas «prefieren» un alojamiento rural a un hotel en toda regla, sin embargo exigen al primero las condiciones, características y bondades del segundo, no así el precio, ya que, además y con un poco de suerte, en la casita, chalet o adosado que alquilan (al que se ha dado en denominar «alojamiento rural», sin serlo), donde inicialmente existen dos plazas, si pueden, se meten seis, cosa que no se les consentiría en un hotel convencional.
Este tipo de personas cuando llegan al campo, en lugar de adaptarse a lo que hay y disfrutar del contraste, en una abusiva demostración de prepotencia, pretenden imponer sus costumbres a los demás, utilizando para ello la «técnica» siempre muy socorrida de la queja continuada: «nos despiertan los gallos… ¡que molestas son las campanas de la iglesia!…hay hormigas y moscas… las cabras huelen mal… el camino está lleno de postas de vaca… el río no tiene más que piedras y es incomodo bañarse…» en fin, un cúmulo de despropósitos que rayan en la mala educación, el abuso y la exigencia mas soez y son producto de la ignorancia.
En estos días, leo una noticia en el diario «La Nueva España». Parece ser que un juez ordena cerrar un gallinero porque molestaba a los alojados en un «hotel rural» en Picos de Europa, ya que cantaban a «horas intempestivas»… Nel Cañedo (que es el pastor afectado) comenta que «esas horas intempestivas» para él son las tres de la mañana, cuando los inquilinos molestan con la música. «Están en el jardincito, ‘chunda, chunda, chunda’, y ¡nunca nadie protestó! Pero que un pollo cante a las siete de la mañana cuando sale el Sol es lo normal. ¿Para qué venís a un pueblo a hacer turismo rural? Encima lo llamáis turismo rural. ¿A qué venís?», pregunta.»
Esto no es más que un ejemplo de lo que está pasando. El campo, nuestros pueblos no solo se están vaciando, sino que viene gente de fuera a machacarlos cada vez más con sus tonterías, en lugar de acudir a ellos con amabilidad, paciencia, deseos de descubrir cosas, ganas de hacer amigos y pasarlo bien. Menos mal que no son todos.

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