LA YESCA

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Rafael de Frutos Brun – Montejo de la Sierra – Abril 2019
Seguramente todos hemos oído alguna vez esta expresión: «arde como la yesca», una frase hecha, que no es exacta si pensamos en la yesca de la que hoy queremos hablar.
Una de las acepciones de esta palabra se refiere a un hongo que crece sobre los árboles como la encina, el sauce, el fresno, el haya o el cerezo cuando son adultos y se genera en su corteza una herida o defecto. En su nacimiento es muy suave y se va endureciendo a medida que crece, quedando adherido al tronco del mismo para siempre, formando una figura similar a la pezuña de un caballo, un plato o cazuela de barro o incluso forma de excremento de un animal vacuno. A este hongo peculiar se le llama popularmente «yesca» (fomes fomentarius).
¿Cómo se hacía en el pueblo para obtener una yesca que pudiera ser de utilidad y servirnos de ayuda?
Se quitaba del tronco del árbol y se dejaba secar. Una vez seco, se pelaba la parte externa, se hacía tiras y, después de golpearla, se hervía en agua con ceniza. Posteriormente se volvía a golpear para que escurriera toda el agua y se volvía a dejar secar. Una vez seca ya teníamos la yesca preparada.
En otros lugares, se llama yesca a un material, tratado y muy seco, de cardos, líquenes o trapos, donde una chispa puede prender con facilidad. Aclararemos la frase del principio, donde decíamos que no es del todo verdad eso de «que arde como la yesca». Esa yesca no arde, se quema sin arder. Salta la chispa, se prende la yesca y se va consumiendo, pero sin llama.
¿Y para qué y cómo se utilizaba?
Hace algunos años, en el bolsillo de fumadores y en el morral de los pastores no podía faltar un eslabón (pieza, con forma curva, de acero con que se golpea el pedernal para producir la chispa), una pernala (piedra de pedernal blanco) y el trozo de yesca (seca y hecha tiras).
El fumador a la hora de encender un cigarro, se ayudaba con su mano izquierda, colocando entre los dedos índice y pulgar un trocito de yesca, encima de ello la pernala y sujetando con la derecha el eslabón, daba un golpe sobre la piedra de pedernal, saltando la chispa y el cigarro estaba encendido; si no se encontraba el eslabón, se sacaba la navaja y, con el lomo de la misma, se golpeaba la pernala y saltaba la chispa.
Los pastores lo usaban para hacer lumbre, añadiendo paja o hierba seca y surgía la llama.
Ya que estamos en Cuaresma, y en relación al tema tratado, quiero terminar este escrito con el ritual del día de la Pascua de Resurrección que recuerdo de mi infancia: ese día se bendice el cirio Pascual con el fuego nuevo que se obtiene de forma natural. Era un acontecimiento, porque todo el pueblo se reunía para asistir a los oficios religiosos. En la puerta de la iglesia estaba el Sr. Roque, sacristán entonces, provisto de eslabón, pernala y yesca. A la hora prevista, hacía saltar la chispa, producto del golpe del eslabón sobre la pernala, y se prendía la yesca. En ese momento colocaba la yesca prendida dentro de un puñado de hierba seca y empezaba con su brazo derecho a dar vueltas hasta que ardía. Instantes después el sacerdote encendía el cirio que nos acompañaría en los eventos religiosos durante aquel año.
Queda al fin, más aclarado el significado de nuestra palabra protagonista de este escrito. Para los que la usaron, que darán fe de lo que leen, y para los que la conocen a partir de hoy, sabrán cómo hemos conseguido mantener las antiguas tradiciones.

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