La sierra 2.0

Rosa Ortega Serrano
Miremos hacia otro lado, hagamos como que no nos importa y así parecerá que no nos toman el pelo. Acudamos a las urnas como corderillos después de habernos tragado los mítines de rigor, los diálogos de besugos en los que cada político dice lo que debe y no lo que cree, los insultos ante las cámaras y la camaradería tras ellas. Después del maquillaje, para parecer nuevo, aunque lleven tiempo en el negocio de manejar la cosa pública. Después de valorar cuánto les estará-nos estará costando todo este movimiento de personas, publicidad y rabietas. Tras recordar que muchos de ellos y ellas gastaron influencias y hasta se enriquecieron a nuestra costa y que solo hablan de lo bien que lo harán en el futuro «porque seguro, seguro que de esta legislatura no pasa, habrá pacto por la educación».
Y esta es, según los expertos, la parte de la campaña más tradicional, la que ellos llaman «pública y notoria», en la cual la información, los bulos y las actitudes son públicas y se pueden contrastar. Junto a esto asistiremos a la utilización de las redes sociales para difundir noticias falsas, controlar emociones y crear opinión en grupos de whatsapp. De este modo, junto a la curiosidad de estudiar posibles alianzas entre partidos, rasgos de los líderes, apoyo de las televisiones, nos tendremos que preguntar qué posición ocupan en Instagram o número de seguidores en Twitter.
Pero parece que estoy narrando el Apocalipsis y es solo una campaña electoral. No es ni una gripe, ni un catarro mal curado, estamos a tiempo de pasar de lo que no nos guste, sentarnos, mirar hacia atrás y ver cómo va la vida. No necesitamos más información, sino mejor.
Porque esto de la campaña electoral es malo para todos. Se me ocurre que cada grupo político podía lanzar una idea y solo una, exhibida en cuantos foros y espacios pudiesen contratar. O publicar unas hojas informativas y que un ejército de militantes lo presentara casa por casa, escalera arriba y abajo, llevando la verdad de la política y vendiendo bienestar. «Avon llama», si me abres es porque quieres escucharme. Qué descanso para ellos que podrían seguir sus apoyos con el mando de la televisión. Qué tranquilidad para el medio ambiente por razones obvias. ¡Y para la gente! Podríamos practicar mindfulness o traducido en el contexto de nuestra vida cotidiana, calmaríamos la mente para ver con claridad.
¡Qué cansancio y eso que nos vinimos a vivir al campo para estar tranquilos!
Buscando un poeta que nos ilumine, encontramos que el 22 de febrero se cumplieron 80 años de la muerte de Antonio Machado, uno de los poetas españoles más importantes del siglo XX. Don Antonio fue un trotamundos, vivió en Sevilla, París, Soria, Baeza, Segovia. Murió en Colliure, en el Pirineo francés , durante su exilio forzado por la guerra civil española.
Otras veces hemos disfrutado con sus espléndidas palabras.
Hay dos modos de conciencia:
una es luz, y otra, paciencia.
Una estriba en alumbrar
un poquito el hondo mar;
otra, en hacer penitencia
con caña o red, y esperar
el pez, como pescador.
Dime tú: ¿Cuál es mejor?
¿Conciencia de visionario
que mira en el hondo acuario
peces vivos,
fugitivos,
que no se pueden pescar,
o esa maldita faena
de ir arrojando a la arena
muertos, los peces del mar?

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