La economía de andar por casa

Rosa Ortega Serrano
El dispendio nos ha invadido. Abrimos una puerta y aparecen cien regalos, movemos un árbol y caen monedas de chocolate. No es difícil encontrar niños y niñas cargados de deseos de poseer cosas que les brindaran un minuto de placer y años de reciclaje. Parece que ha llegado el momento de ocuparse de educar la necesidad de saber en vez de la de poseer.
Para los que tienen hijos e hijas pequeños, vamos a crear el banco del tiempo. Se puede inventar una entidad familiar que preste tiempo según necesidades y que premie la inversión en tiempo de distintas calidades con seguros para el alto riesgo comunitario, traducido en valores como recoger por ti la mesa o limpiarte la habitación. Se me ocurre que hacer los deberes de tu hermano pequeño tenga el 5% de rentabilidad sobre la inversión de hacer la cama y sacar al perro. Se puede dejar en bolsa todo el dinero que utiliza la familia para comida y obligar a los hijos a comprar y vender productos básicos para que aprendan el valor de los alimentos y la tragedia de no tenerlos.
Se puede retar a los hijos a escribir 12 libros en doce meses o a ayudar al vecino una vez a la semana. Se puede marcar un tiempo diario de escucha en casa donde nadie se mueva si no ha entendido lo que el otro ha dicho. Se puede llevar desayuno para compartir con los compañeros de clase. Se puede no ser amigo ni amiga de nadie. Se puede escuchar a los que parecen pequeños pero saben lo que quieren. Se puede exigir a tu padres que aunque no vivan juntos, permitan que sus disputas no destrocen la vida de sus hijos. Se puede vivir y dejar vivir, con una asignatura obligatoria que se va a llamar «cómo huir de los demagogos, intolerantes y necios»
Y andando andando, me he echo un lío con la educación y la economía. Quería hacer un listado de trastadas que hacer a los hijos para que aprendan a hacer la compra, jueguen al respeto mutuo, reciten a Lorca, escuchen la Divina Comedia o calculen el tiempo que tardarían en crear 10 negocios online y me ha salido una declaración de los derechos de los niños y niñas, con un anexo para incluir en el currículo escolar.
Pero todo se puede arreglar y en este año, en el que parece que poseer y ser práctico son valores en alza, escribamos la carta a los Reyes Magos pidiendo deseos en comunidad. Pedro pide para Pablo, Pablo para Albert y Albert para Pablito. Mientras, recemos todos juntos a la Virgen: «virgencita, virgencita que me quede como estoy».
El poema de este mes es de Franco Bordino (Buenos Aires, 1989). De su libro inicial «Los primeros indicios «

LA IDEA DE PERDER LAS COSAS QUE AMO
La idea de perder las cosas que amo
me aflige dulcemente. Me recuerda
que es fatua ingratitud todo reclamo,
que ahora soy feliz, aunque me pierda
el sórdido trajín de la costumbre
y no tenga consciencia de mi estado.
Corazón, no permitas que de herrumbre
te cubra este constante despistado.
Cuida el cálido rito de los besos,
la clara compañía del amigo,
del poniente los dulces embelesos,
la llama del destino que persigo.
Que nunca yo descubra que he franqueado
dormido el paraíso, y me he marchado.

Próspero año 2019

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