EL ATEO ESPECÍFICO (de Martín Caparros)

ChiomoMarcos14

Chimo Marcos 

Con este título, escribe una buena columna en el Pais Semanal este conocido escritor y lo títula así, pero lo subraya con lo siguiente, que es para mí la madre del cordero de lo que dice. 

No solo es cuestión de no creer en dios.  Hay que saber bien en qué 

Dios no se cree.  Lo demás es pereza e hipocresía. 

Pues no, no señor: yo no creo en ninguno. Ni de los conocidos, ni de los que puedan inventarse (lo que estoy seguro ocurrirá en breve). Pronto veremos surgir algún nuevo dios con aparente fundamento. El humano, en general, pero sobre todo por la amenazante muerte (amenaza que al final siempre se cumple) es proclive a necesitar apoyo moral para sobrellevar la amenaza, que sabe cierta y que, por ejemplo con la “otra vida” puede más fácilmente aguantar lo que sea – casi siempre malo – en esta. 

Y me baso para esta afirmación mía, en apariencia contundente, en lo que explica MC al principio de su escrito, en que la libertad de creencia se elige, se supone en qué dios uno cree; no se elige en cambio en qué dios no. Hay que elegir también en qué dios no creemos, de lo contrario mostramos nuestra pereza y probablemente nuestra hipocresía, pues en el fondo en el dios en que no creemos es el nuestro de toda la vida y no otro. 

Naturalmente que eso puede ser, pero hay que aceptar también y yo lo veo en mi caso, en que ahondando en nuestra búsqueda del por qué de tener creencias demiúrgicas (dice Millás: signifique lo que signifique esta palabreja) va uno descubriendo los detalles de las otras creencias más o menos universales (hay que descartar las sectas y grupitos, tipo EE.UU) son los que inventan religiones y también dioses al gusto del grupo y que a veces disienten de los vecinos o de los del pueblo de al lado en algo menos que una coma.

Esos descubrimientos me han llevado a considerar seriamente que si bien los monoteístas parece ser presentan una explicación algo más sensata que, por ejemplo, los primeros griegos o los egipcios y otros coetáneos suyos, solamente los que no aceptan dioses corpóreos parecen acercarse más a entender lo que probablemente es nuestro cosmos. Pero claro está, eso tampoco demuestra nada: las carencias de certidumbre no hacen  realidad cualquier otra apariencia. (la frase es mía y por ello quizás equivocada). 

El cristianismo ha abandonado la temporada (solo ha durado un par de milenios) de los castigos y parece ser que se envuelve en una nube comprensiva de que nuestra naturaleza no da para mucho más que pueda exigírsenos, vamos, que podemos ir pasando. La situación sin ir más lejos de nuestro nivel de empatía y comprensión para ayudar al prójimo la estamos dando ampliamente con la cuestión de los emigrantes en masa que llaman a nuestras puertas.

Sin embargo, también ayuda mucho si pensamos en la imagen que hemos dado a través de estos últimos siglos – ¿o debería decir concilios? – en los que hemos convertido en dogmas, según conviniera y tener que aceptar virginidades inútiles o semejanzas con Dios padre, en que se nos mostraba a un señor ya mayor y con barba, sin hablar de las palomas con mensaje limitado. 

De nuestros antecesores judíos mejor no hablar, ellos esperan todavía a su mesías, tan necesario supongo como lo fue el nuestro y ¿qué me dicen de los musulmanes, que esperan premios “en especie” en su paraíso todavía no perdido, al menos del todo. 

Parece ser que nadie se apunta a esperar que, supongo que solo la ciencia nos lo podrá dar, más pronto que tarde podamos atisbar en este hasta ahora infinito cosmos que quizás de alguna lejana galaxia (de hecho todas son lejanas, están a muchos de millones de años luz en distancia) nos venga la luz, el conocimiento del por qué de tanta grandiosidad; qué fuerza es capaz de haber hecho todo esto; cuál es la razón de ser de todo ello, porque alguna debe de existir ya que va contra las leyes físicas que conocemos la existencia de algo tan grande que no sirva para nada…pues, ¿de qué sirve?. 

Y entonces, solo entonces, podremos quizás llamar a esa fuerza Dios. Con mayúscula y le podamos pedir nos apoye en nuestras pequeñas cosas, las más nimias, como hacemos ahora rogando se nos den ayudas que no sabemos agenciarnos con nuestras pequeñas capacidades. Amen.

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