RELIGION O SUPERSTICIÓN

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Chimo Marcos
Nunca, hasta ahora, he querido escribir sobre este tema. Quizás tengo las reservas que se corresponden con un tiempo pasado y no con los tiempos que corren, que ya han dejado la puerta abierta para que cada uno se defina como quiera. Yo me definí (en voz baja) hace mucho tiempo como descreído. Desde hace algunos pocos años he aireado esa condición cuando la ocasión se ha presentado y nunca para alardear de ello, sino para que quedara clara la opinión que fuese a dar o las explicaciones que se me pidieran.
Pero, partiendo del respeto que de verdad me merecen todas las creencias y que en ningún momento he hecho proselitismo de mi falta de ellas, me resulta realmente sorprendente ver la cantidad de gente, conocidos o amigos míos, que presentan un síndrome de agnosticismo que no pasa de decir que no creen pero que algo hay que les hace mantenerse como a la expectativa de ver qué ocurre. Supongo que se referirán a qué les ocurrirá después de muertos. Yo, afortunadamente ya no tengo esa preocupación y he logrado ver con ojos críticos una realidad que me deja satisfecho en mi no creencia y no me quita ninguna tranquilidad para el desarrollo de mi vida.
Quisiera referirme a las inútiles creencias que se nos han inculcado desde niños, al menos a los de mi generación o alrededores, pues me parece que en los últimos años del siglo pasado y en lo que va de este, las encíclicas papales, en las que se nos ha dicho que lo del infierno era una metáfora y ya no se utiliza ni para asustar a los niños; luego que el purgatorio era un lugar inexistente y se limitaba a una especie de estado de meditación que nos haría ver, por nosotros mismos, los fallos humanos que hubiéramos tenido durante nuestras vidas. Con todo ello, ya solo nos falta que se eliminen las indulgencias, sobre todo las plenarias, que nos ayudarían a salir antes del purgatorio e integrarnos en el cielo. Estas siempre han tenido peor prensa, pues era el resultado con frecuencia de aportaciones económicas, lo que ya había cabreado seriamente en su momento a Lutero y que hizo nacer el Protestantismo, en realidad una religión paralela a nuestro Cristianismo.
El paralelismo viene dado por el uso de la figura de Jesucristo: base y alma de ambas religiones, pero ellos, la de los protestantes parece algo más seria, pues ha eliminado de su iconografía a la multitud de santos de distintas categorías que todavía componen la base de las creencias de todos los católico/romanos. Además, con mayor profusión cuanto más pedestre y menos intelectual sean los creyentes que utilizan esa iconografía. Me refiero a lo que esas adoraciones a santos domésticos, casi privados algunos, etc. tienen de algo parecido a la superstición, en lo que también me he sentido confirmado en ello por la abundancia de temas y materias de superstición que suelen acompañar las creencias de los que practican esa religión como propia y para andar por casa. Aunque me parece que los protestantes también gozan de sus propias y muy arraigadas supersticiones; su Viernes y trece supera en varios decibelios a nuestro Martes y trece.
Pero no debemos olvidar – si queremos echar una amplia mirada a la cuestión MUNDO – RELIGION – GENTES, que es importante analizar de donde viene esta situación. Es de bases parecidas (el temor a la muerte que acompaña a todos los seres vivos desde que se dan cuenta de su finitud) como se han creado todas las creencias modernas. Menos modernas son, aunque estén completamente al día, el Judaismo, el Cristianismo y el Islam; los cito por orden cronológico y porque de hecho los tres tienen en mayor o menor parte algunas de sus doctrinas mucho o poco diferenciadas de las originales judías.
El Cristianismo vino a separarse – poco a poco, siendo estos pocos de un par o tres de siglos – del judaísmo por varias razones, pero entre las que no se dicen que aquellos primeros neo cristianos se alejaban de los judíos para no tener que seguir las duras condiciones de su doctrina y no sólo de la circuncisión y de la observación del Sabbat. Los grandes cambios vinieron siglos después y los judíos siguen sin entenderlos: la virginidad de María es incluso una blasfemia para ellos, pues se sigue manteniendo que tuvo un hijo siendo todavía virgen.
Luego, ya lo hemos dicho antes, tuvieron que aparecer los protestantes para corregir algunos de los excesos que los Padres de la Iglesia venían añadiendo a la doctrina – obligándolos como dogmas – y dejando que fuese la formidable figura de Jesucristo la que centre y presida la práctica de la fé cristiana y no alguno de los santos y vírgenes que condicionan a todos los cristianos de la Iglesia de Roma.
Y apareció el Islam. Sobre esta religión, yo al menos no acabo de ver la razón para su aparición en la escena mundial de las creencias monoteístas. Lo más sorprendente, al menos para los que como yo no sabíamos de ellas de un modo digamos científico o al menos que tuviera difusión entre los cristianos y me refiero a que el Islam acepta a Jesús, aunque no su muerte (dicen que escapó a tiempo y que crucificaron a otro, que probablemente se le parecía y que encontraron en su casa) y que en un futuro impreciso cristianos y musulmanes nos integraremos con Jesús.
Pero, ¿qué nos ocurrirá a nosotros, pobres descreídos, cuando dejemos esta tierra para siempre? Pues seguramente nada; ni siquiera una discreta reencarnación; ni Valle de Josafat a soportar un juicio que además será final (sin posibilidad de casación). Ni nada de nada… pues eso, nada y esa nada la aceptamos con poca alegría pero con suficiente humildad y agradecimiento por haber disfrutado de una vida plena antes de su final.

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