Pedrezuela, cuando la Vaquilla une a un pueblo sin contar edad o ideologías

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El sol de la tarde del 20 de enero saludó a la Vaquilla de Pedrezuela. Las calles de Pedrezuela volvieron a vivir la alegría, el colorido y la emoción de esta tradición, no hace tanto tiempo recuperada. Esta forma ancestral de paso de niño a adulto se perdió con la inmigración a otras tierras, por el desdén a ciertas tradiciones que sabían a pueblo; sin embargo, el esfuerzo de un grupo de vecinos lo recuperó hace más de una década. Y año a año se mantiene, los quintos se reúnen y vuelven a salir por las calles del pueblo.
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La vaquilla sale de la casa del quinto designado para llevarla, donde ha sido montada por la madre, tías y parientes femeninos del designado. Dos filas de curramaches, con un vaquero al frente, y la vaquilla en el centro del grupo recorren las calles, jaleados por los vecinos y persiguiendo a los más pequeños hasta que el cuerpo aguanta. El centro de pueblo se llena de vecinos, incluso algunos no nacidos en Pedrezuela se suman con entusiasmo. Padres y abuelos lo viven con una especial emoción, recordando tiempos pasados y orgullosos de que la tradición continue con sus hijos.
Los curramaches, el resto de los quintos, visten también según la tradición; destaca un floreado pantalón y dos mantones de Manila cruzados en pico sobre el cuerpo, un manojo de grandes cencerros que se cuelgan a la cintura, y una larga vara de fresno, adornada en la punta con un lazo rojo.
Al final el ayuntamiento reparte entre los vecinos un pan de anís, haciendo honor a una antigua tradición.
La Fiesta de la Vaquilla de Pedrezuela fue declarada Fiesta de Interés Turístico Regional en 2011.

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