Pablo Schugurensky Vivir para la pintura

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Nació en Catamarca, Argentina, hace 63 años, aunque lleva la mitad de su vida en Bustarviejo, donde le llevo el azar escapando del calor. Es pintor y ama la pintura. También es profesor. Especialista en retratos, por su pincel han pasado caras conocidas del panorama cultural serrano, músicos, actores… Lleva muchos años haciendo retratos. Le interesa conocer a la persona, por eso antes de pintar hay encuentros y charlas. Sus retratos juegan con el parecido, pero también intentan meterse en el personaje. Vive de pintar y para pintar.

Cómo llegaste a la Sierra
Fue casualidad. Vivía en Leganes y un fin de semana hacía demasiado calor así que decidimos escaparnos. Aparecimos en un camping de La Sierra. Conocí Bustarviejo y me encantó. Cuando fui a hacer la compra en un supermercado vi un cartel, alquilaban una casa. Y me quedé. De eso hace 28 años.
¿Qué perdiste ?
Me gusta el sitio. Tanto el lugar como el estudio en el que trabajo casi desde el principio. Cuando me vine para aquí tome una decisión. Y tenía que renunciar a la vida social que un artista debe llevar para sobrevivir en Madrid, ir a exposiciones, a inauguraciones, coincidir con determinadas personas. No lamento la decisión porque nunca me gustó especialmente ese tipo de acontecimientos. Al principio fue difícil, porque si no estabas ahí desaparecías. Ahora ya no es tan relevante porque las redes sociales cumplen ese papel. Y desde Bustarviejo puedo estar en contacto con gente de China, Alemania o Canadá.
¿Y qué ganaste?
Espacios, tranquilidad, cercanía con la naturaleza. Encontré un lugar más acorde conmigo y me libre del agobio que supone vivir en la capital, el trafico, los ruidos y todas esas cosas.
Cuéntanos los ejes de tu trabajo
Es difícil contarlo con palabras. Por un lado está la búsqueda de la identidad, que se basa en lo que uno tiene, en la gente que le rodea. Por otro lado hay un diálogo con los artistas que me gustan, con los que me identifico. Y en esos diálogos desarrollo cambios. En los últimos años me he centrado en los retratos. Primero de gente del teatro, de sus rostros y sus máscaras. En Bustarviejo hay una gran comunidad de gente del teatro, les veía pasar cada día y pensaba «son cuadros».
También hice una serie de músicos y ahí se produjo un cambio de estilo. Porque he querido retratar en la forma de pintar la música que hacen, por eso es importante las secuencias rítmicas en el color, aunque me interese el retrato.
Llevo mucho tiempo haciendo «cabezas» y ahora estoy desarrollando un trabajo sobre el resto del cuerpo, con una serie de desnudos, trabajando con una modelo al natural y también con fotografías.
¿Cómo has llegado a tu técnica?
Por decantación. He probado muchas cosas y te vas quedando con lo esencial, lo que reúne lo que puedes o sabes hacer. Tengo una visión general de la historia del arte, he estudiado a muchos pintores y voy desarrollando un dialogo permanente con mis afines, muy enriquecedor. Cuando empecé con los desnudos perdí las seguridades, pinté un par de ellos que no me gustaban mucho…
El » no sé», la duda es el punto de partida de la creación… Así que apelé al amigo Van Gogh. Hice la serie de Diálogos con Vincent. Cuando volví al desnudo estaba mucho más confiado. Últimamente estoy interpelando a Rembrandt…
¿Se puede vivir de la pintura?
Si. Sobre todo si vives para la pintura, acabas apañándote. Se vende poco y sobre todo, yo vendo fuera de España, a través de las redes sociales. También doy clases, en mi estudio y en La cabrera y Venturada. Viene todo tipo de gente, algunos que pintan muy bien, que exponen y son casi profesionales, pero también gente que empieza, que quiere aprender. Yo no les impongo nada, simplemente trato de ayudarles en su camino

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