AVES DE LA SIERRA NORTE. EL HERRERILLO CAPUCHINO

Herrerillo capuchino

 

 

 

Miguel Ángel Granado
En este mundo de la ornitología, como en otros tantos, el tamaño no es lo único que importa. Existen seres muy pequeños pero, a su vez, muy llamativos. El Herrerillo capuchino (Lophophanes cristatus) con apenas 12 centímetros, es una de las aves preferidas por todos. De la familia de los páridos, esta especie podría considerarse como el pájaro de las coníferas; típicamente forestal, muestra preferencia por los pinos, abetos, etc. y preferiblemente instala su nido en los que son muy viejos y con la madera más podrida. También resulta abundante en alcornocales, encinares y sabinares; más escaso en bosques de hoja caducifolia, aunque también se encuentra en robledales u otras frondosas. A primera vista, lo más llamativo en este ave es su característica cresta de plumas blancas y negras; ésta es triangular y apuntada y puede desplegarla en mayor o menor medida.
En su dibujo facial, se aprecia un marcado contraste, con bandas negras sobre fondo blanco; posee además un collar negro a modo de pajarita, no llega a ser corbata como en el Carbonero común; tiene el pico de color negro y el iris marrón rojizo. En su cuerpo predominan el color castaño o pardo en su dorso y alas; un color crema muy claro en el pecho y vientre, siendo las patas de color gris verdoso. Normalmente le observaremos en solitario, no es una especie gregaria; aunque en otoño e invierno se pueden agrupar en pequeños bandos de como mucho diez individuos. Si le detectamos, se nos hará difícil apreciarle con los prismáticos, ya que es incansable, está continuamente en movimiento, buscando insectos y arañas (preferiblemente) o piñones y otras semillas como los frutos de los enebros. Esta es la base de su alimentación, puede almacenarlos para cuando escasee la comida. Aunque suele estar en los árboles, a menudo baja al suelo. Tiene un carácter confiado y le podremos ver desde poca distancia. Es un ave sedentaria, que habita en muchos lugares del continente europeo; existen varias subespecies. En nuestro país, le localizaremos únicamente en la península, ausente en las islas, está bien distribuido aunque no habita en zonas desarboladas o semidesérticas, como en el sureste de España. Existen dos subespecies, mitratus en el centro y norte peninsular y weigoldi en el oeste y sur, desde Gredos a Cádiz.
Cuando se termina el invierno y comienza la primavera, los capuchinos se emparejarán; en este caso será la hembra la que se encargue de la construcción del nido, con alguna ayuda ocasional del macho; ella elegirá un hueco en algún tronco o tocón, a veces retocará y excavará en la oquedad; los materiales utilizados son musgo con telarañas para darle consistencia al cuenco y lo tapizará con plumillas, lana o pelo. En ocasiones y como dato significativo, instala su casa entre las ramas de algún nidal de ave rapaz y, parece no importarle el que esté ocupado. Allá por abril y mayo en la subespecie norteña y desde marzo en la meridional, será también la hembra la que se encargue de la incubación de los entre tres y nueve huevos. Otro dato curioso es que mitratus solo realiza una puesta, al igual que los que habitan más al norte, los centroeuropeos y, sin embargo los weigoldi suelen hacer dos puestas anuales. La capuchina pues, permanecerá echada sobre los huevos de 13 a 18 días, al cabo de los cuales se producirá la eclosión. Los pollos sí son alimentados por ambos sexos y al cabo de entre 18 y 21 días, volarán.
El canto de los capuchinos es llamativo e inconfundible, un «kililililit» como un campanilleo, normalmente rematado por un curioso chasquido como «chrr-rr-rr-rar». Es este chasquido final el que permite diferenciarle perfectamente de los reyezuelos u otros páridos y, saber solo al oírle, que se trata de esta especie. No tiene amenazas constatadas, las repoblaciones de pinos parecen beneficiarle aunque este dato no está del todo claro, ya que muestra querencia por bosques con una cierta antigüedad. Aparece con la figura «De interés especial» en el Catálogo Nacional de Especies Amenazadas. Cuando estemos en el bosque y sepamos reconocer su canto, podremos disfrutar de la observación de este pajarito, que no por menudo resulta menos bello.

 

 

 

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