EL SILENCIO NOS HACE CÓMPLICES. II CRÓNICA DE CARAVANA A GRECIA ABRIENDO FRONTERAS

GreciaMar224

 

 

 

Mar Rodríguez Gimena

Siempre he valorado el silencio en nuestra amada sierra.
Pero el silencio que reciben las personas refugiadas que gritan en medio de la acomodada Europa nada tiene que ver con el silencio de la naturaleza.
Los días 19, 20 y 21 de Julio rompimos, por unas horas, el silencio cómplice de nuestros gobernantes en nuestras visitas a los campos de personas refugiadas de Limeni en el puerto de Tesalónica y a los centros de detención de Paranesti y Xhanti. Y compartimos la calle con nuestras compañeras refugiadas, y la rabia cuando nos cuentan sus penurias, en la manifestación que recorrió Tesalónica el 21 de Julio. Y el grito lleno de silencio de las consignas de la manifestación.

19 de Julio: campo de refugiados de Limeni en el Puerto de Tesalónica.

Es en un lugar inhóspito en un muelle del puerto. Dentro de una nave están las tiendas. El suelo está lleno de excrementos de palomas que se cuelan por el techo. El campo está controlado por la policía griega. Este día deciden dejarnos entrar.
Las familias provienen de Siria, hay muchos niños y jóvenes. No tienen escuela. Un par de niños juegan a hacer ejercicios circenses y nos muestran sus habilidades, las niñas juegan al corro con nosotras.

Vi varias criaturas con conjuntivitis, otitis, dermatitis del pañal y a adultos con infecciones en la boca, dolores musculares, etc. No tenían dinero para medicamentos, el médico va cada cuatro días, pero no les había atendido. Compramos medicamentos con dinero propio y de otras personas que al saber de mi viaje me lo dieron con la total confianza de que yo sabría cómo utilizarlo. Al día siguiente a los dos compañeros que llevaban las medicinas no se les permitió el acceso. Pudimos llamar a dos personas para que los recogieran y en una hojita de papel anotamos cómo debían administrarse.
Las familias que llevan ahí meses, en condiciones muy precarias, comiendo pasta y «cruasans» en el mejor de los casos, dicen que no quieren nada material, lo que quieren es tener papeles y un destino y así poder trabajar y vivir. Ahora les agobia el traslado a otro campo de forma inmediata.
Sin apenas levantar la voz, un profesor de Universidad confiesa que está muy preocupado porque hay rumores de que van a deportar a un tercio de las personas sirias desde Grecia a Turquía.
Se estima que hay una población siria refugiada en Grecia de 58.000 personas. No se lo ha comentado a nadie de su comunidad para no crear alarma.
Al final, las niñas nos despidieron en la verja pidiendo que no nos fuéramos: «Don’t go, don’t go».
Este día con el inglés torpe de estas niñas me acuerdo de mi amiga Ana y pienso: madre mía con solo 3 o 4 meses de clases en los campos, todas estas niñas hablarían el inglés, lengua que les permitiría romper el silencio del aislamiento que supone no poder comunicarte con quien no entiende tu lengua.
20 de Julio: concentraciones frente a los campos de detención de Paranesti y Xhanti
El miércoles 20 de Julio desde No Borders Camp nos desplazamos a Paranesti 16 autobuses, unas 900 personas de diferentes nacionalidades. El lugar está alejado, en una zona montañosa. Es similar a nuestros CIE, pero en mitad de la nada.
Paranesti es un Centro de Detención en la Grecia oriental, cerca de la frontera con Bulgaria, para inmigrantes no identificados y solicitantes de asilo. Es decir, para personas que viajan durante semanas en condiciones infrahumanas y que huyen de sus países de origen por mil motivos. Como no son sirios no van a campos de concentración (de refugiados) sino que van directamente a campos de detención. Personas que no han cometido ningún delito son detenidas y privadas de su libertad y sus derechos.
¿Es o no es para gritar?
Conseguí entrar junto con 20 activistas (sanitarias, abogadas y traductoras) tras una tensa negociación con la policía a cargo de la gente griega de no borders.
300 hombres detrás de varias vallas rematadas por concertinas nos recibieron primero con timidez y luego con mucho afecto. Nos contaron que eran de Marruecos, Afganistán, Argelia y Pakistán con edades comprendidas entre los 16 y 50 años.
Sin actividad que realizar en todo el día, sin ropa, con 5 euros/día para comprar comida (una comida vale 3 euros) sin esperanza en su mirada. Con calidez al hablar con nosotras pero con mucha desesperación. La falta de expectativas y el encierro («no hemos hecho nada») les provoca problemas de insomnio, de nerviosismo, síntomas depresivos.
Resisten como pueden. Me impresionó ver un pequeñísimo huerto con unas tomateras. Recordé mi huerto y el mimo que pongo cuando lo cuido. Igual esto salva a más de uno de la locura.
No existir es la peor condena a la que pueden someter a un ser humano.
A Xhanti, el otro centro de detención, no pudimos entrar. Según llegamos, la Policía había cortado parte de la carretera de acceso al Centro. No nos íbamos a ir. Y nos disuelven lanzándonos gases lacrimógenos. Nos replegamos hacia la carretera sin apenas ver ni respirar. Un poco más adelante hay un descampado, desde ahí podemos ver cómo los presos nos saludan asomando los brazos por las ventanas. Mantenemos la concentración y gritamos lo más fuerte posible.
Tratamos de romper el silencio. No sé si lo conseguimos.

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