José Nicasio Rubio Nuñez El orgullo de una familia unida

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Natural de Cabanillas y con ochenta y cinco inviernos en su haber, nos habla con entusiasmo de su vida, de las labores a las que dedicó horas y sudores y de su principal patrimonio: la familia. Lo hacemos sentado en el salón de la casa, al amor de la lumbre, mientras las nietas hacen los deberes del cole y Marinieves, su mujer, asiente a su lado y le recuerda algún detalle de su historia común.
A nivel empresarial, su mayor logro pasa por la fundación de Mármoles y Granitos Cabanillas, una empresa que surgió de una cantera, a base de horas sin dormir y de golpes de maza sobre un barrón.
Actualmente, la empresa la gestionan sus cuatro hijos y eso constituye su mayor orgullo.

¿Cómo empezó en la cantera?
Antes de eso fui molinero. Mi padre tenía el molino del Romeral, en el cruce entre Navalafuente y Bustarviejo. Allí me crié, trabajando de molinero y acarreando a los pueblos el grano y la harina durante 14 años, junto con mi padre y mis hermanos. Cuando murió mi padre el molino le tocó a mis hermanas.
Así que me fui a trabajar la piedra en el Lanchar de la Condesa, en una Cantera que abrió un hombre de Colmenar. Allí aprendí muchas cosas y enseguida me puse por mi cuenta. No fue fácil porque es un oficio duro. La piedra tiene su ley. En esta zona, corta mejor de norte a sur y abre de levante. Esto me lo contaron cuando empecé a sacar piedra. Al principio era todo manual. Tarde diez años en tener mi primer compresor… Usaba un barrón, que es una barra de hierro, que se apoyaba en una piedra que llamábamos pollino, para hacer palanca. Y también dinamita. Me tuve que sacar el carné de dinamitero y al principio venía la Guardia Civil a supervisar. Eso hay que saberlo hacer, que algún susto nos dimos… hay que saber colocar el cartucho con su mecha larga y un pistón.
Arreglábamos algún bordillo, pero casi todo era mampostería y venían a por ella de Colmenar, Miraflores y toda la zona.
¿Cuándo se incorporaron sus hijos a la empresa?
Los hijos ya venían conmigo cuando salían del colegio. Fueron ellos, ya un poco más mayores, los que dijeron que había que comprar una máquina serradora, luego pulidoras y tornos. Ellos fueron los que pegaron el empujón, los que quisieron invertir en máquinas y en arreglar las naves. Hay máquinas que han costado mucho dinero, pero cuando viene un cliente, no se marcha sin el trabajo que quiere tener.
Mis hijos, Santiago, Jose María, Salvador y Maricarmen, son el mayor patrimonio que tengo. Llevan trabajando juntos muchísimos años y se mantienen unidos como una piña. Es el mayor orgullo que puede tener un padre.
¿Se considera un emprendedor?
Eso me dicen. Y la verdad que en la vida hemos hecho de todo. He sido ayudante de topógrafo en la carretera, molinero, hemos tenido almacén de piensos, taberna, pub, maquinas recreativas…
Siempre he intentado que las cosas nos fueran bien a base de trabajo y seriedad. Es una cuestión de decisión. Y cuando algo no iba bien, pues a otra cosa.
También he tenido siempre ganado… ovejas, vacas suizas… Eso siempre me ha gustado. Todavía ahora me entretengo con un atajillo de ovejas, unas gallinas y un par de borricos.
A mis hijos siempre les hemos animado, aunque a veces haya algo de miedo, cuando las inversiones son grandes. Pero si hay constancia y seriedad, no tiene porque faltar trabajo.
Cuando mi hijo el mayor era jovencito, llegó un cura de Gascones que le hacía falta reconstruir la iglesia. Y se llevó al mayor para hacerlo. Esa fue la primera, ahora es experto en esos trabajos y ha rehabilitado decenas…
¿Qué piensa de la crisis? ¿ La han notado?
Claro que hemos notado la crisis. Menos mal que nos ha pillado preparados. Y ya se habían hecho los pagos más fuertes, las inversiones más gordas..
Pero también pienso que vivimos en una sociedad en la que nadie está conforme. Mi generación trabajó mucho y lo pasamos muy mal. Cuando se habla ahora de crisis… Yo me acuerdo de la posguerra, aquello si fue una crisis. Nos escondíamos para trabajar a escondidas en el molino, vigilando que no viniera los guardias…
Ahora todo el mundo tiene su coche, ropa para vestir mejor o peor. Todo el mundo o la inmensa mayoría.
Habrá gente que lo pasa mal. Pero en aquella época casi todos lo pasamos mal. Y nos acostumbramos a ahorrar, a trabajar mucho, a ser hormiguitas.

 

 

 

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