PINTADAS, GRAFFITIS, ARTE URBANO Y VANDALISMO

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Primero fue el arte rupestre, cuya intención está actualmente en estudio, ya que se duda entre lo que serían pinturas con una cierta finalidad religiosa, deseos de obtener buena caza o simples manifestaciones artísticas (aunque esto último parecen bastante improbable). Hasta ahora solo conocemos pinturas de este tipo, que se llevaron a cabo en abrigos o en el interior de cuevas, raramente al aire libre.

En las paredes de algunas cuevas, cenobios y refugios de eremitas -también en templos- los cenobitas y monjes realizaron igualmente algunos grabados y dibujos, siempre de orden religioso o místico. En mazmorras igualmente, hemos podido ver como los allí encerrados manifestaban deseos, temor o esperanza, plasmando sus mensajes en las paredes o en el suelo. Otra cosa muy distinta y bastante más antigua, son los “petroglifos”, grabados en roca a la intemperie hace entre 7.000 y 9.000 años.

Durante la época griega y el Imperio Romano, también existieron este tipo de manifestaciones “pictóricas” en las paredes de edificios y templos, de carácter satírico, crítico o reprobatorio. Diógenes “El Cínico”, destacó por sus pintadas reprobatorias en aquellos lugares donde mejor le parecía.                                                                                       

Ya en el siglo XIV, el símbolo “Víctor”, se pintaba en las paredes de la Universidad de Salamanca, Alcalá de Henares o Sevilla, así como en la fachada de la casa de aquellos estudiantes que conseguían doctorarse.

Igualmente hemos podido encontrar en muchos pueblos de nuestra geografía, pintadas en las paredes y frontones ensalzando, por un lado, a los “quintos del año tal”, prohibiendo jugar al balón o simplemente anunciando que se multara a aquellos que se atrevan a hacer “aguas mayores o menores” en aquel lugar.

En los años 70 del siglo XX, se manifestaba la protesta en las calles españolas y de otros países, pintando murales representativos de aquello que se pretendía destacar, denunciar o publicitar: campañas de índole político, reivindicativo, ecologista o social. 

La cosa ha ido evolucionando con el tiempo y aquello que tuvo su origen en las calles de nueva York, parece ser que como una ocurrencia de cierto mensajero griego que firmaba en la pared de aquellos lugares en los que entregaba sus paquetes, terminó siendo imitado, convirtiéndose, en muchos casos en lo que se conoce como “taker” (1), en alguna ocasión, consentido y la mayor parte de las veces, no. El arte urbano se diferencia claramente del simple garabato o “firmas” más o menos elaboradas, muchos de los cuales carecen de calidad artística, mientras que los murales de cualquier tamaño, aspecto o colorido, pueden llegar a ser auténticas obras de arte dignas de permanecer y no ser eliminadas.

Como vemos, las pintadas y grabados no son precisamente un invento moderno, aunque actualmente, al haberse “puesto de moda”, sobre todo entre adolescentes y refiriéndome fundamentalmente al simple y anodino garabato o pseudo firma que todo lo invade, se ha llegado a convertir en un problema de orden público importante.

Aquí, como vemos, es donde cobran protagonismo los “garabatos”. 

En un triste y desesperado intento por “hacer algo”, (en plan “quiero y no puedo”) surgen los garabatos, son los llamados “takeos” o firmas rápidas (1), cuyos autores pretenden defender, abarcar o expandirse por un determinado espacio, para marcar su territorio -como hacen muchos mamíferos cuando orinan en las esquinas- de manera que unos terminan pintando sobre lo de otros y así de manera indefinida, sin respetar al que ha llegado antes. En la mayor parte de los casos, no son más que pintarrajos sin sentido para aquellos que lo vemos, pero con gran significado para el autor y sus colegas. Se plasman indistintamente sobre cualquier cosa: muros, fachadas, farolas, escaparates, buzones de correos, papeleras, coches del Metro o de ferrocarril, pasos elevados, barreras anti ruido de carreteras, paneles de anuncios e incluso señales de tráfico; autobuses y camiones del frutero o del pescadero; primando entre los autores, la dificultad, el lugar más o menos accesible o complicado debido a la vigilancia que pueda haber, como algo de lo que poder presumir.

En estos momentos, eso que muchos denominan erróneamente “arte urbano”, cuando no es otra cosa que un simple pintarrajo sin gusto ni valor, ha transcendido de las ciudades y está invadiendo el campo y el mundo rural. Ahora ya se pueden ver en pasos elevados de autovías, silos para sal de carreteras, puentes, estaciones de tren, casetas de huertos, naves ganaderas, muros de piedra de casas de pueblo cerradas durante el invierno, pozos, refugios de montaña, rocas y hasta en fachadas de edificios artísticos y monumentales, como ermitas y, últimamente en el antiquísimo templo egipcio de Debod, en Madrid. 

En la sierra, no queda espacio sin garabatear. Se pueden ver pintadas en alguna esquina de la muralla de Buitrago, algún portón de fincas, en vallas anti ruido de la A-1 a su paso por Lozoyuela, en quitamiedos de pasos elevados, túneles bajo autovía, incluso en la antigua e histórica Venta Gamera.

El gamberrismo de individuos ignorantes, torpes, faltos de entendimiento y de educación, ha llegado a extremos tales como el de garabatear sobre pinturas rupestres prehistóricas, cosa que, por desgracia, ha sucedido en una cueva de Rincón de la Victoria, Málaga, en la cual, debido a su fácil accesibilidad y dejadez por parte de las autoridades, se han llegado a encontrar desde botellas de cerveza hasta sillas y colchones. La ignorancia, desfachatez y atrevimiento de ciertos individuos a la hora de “divertirse”, así como la impunidad con la que actúan, no parece tener límite.

Llegados a este punto, no podemos sino concluir que, como las autoridades locales, autonómicas y nacionales no tomen urgentemente cartas en el asunto, se nos va a ir de las manos absolutamente, añadiendo que el vandalismo contra la propiedad privada, el medio natural, el patrimonio histórico, las señales de tráfico y el mobiliario urbano, son un delito tipificado en el Código Penal con multa e incluso prisión. Si hubiese más vigilancia e, incluso, cámaras en determinados lugares, resultaría sencillo pillar “in fraganti” a él o los autores y cuando estos fueran menores de edad, aplicar la legislación, imponiendo multas y responsabilidad por daños a los padres o tutores y ya veríamos como a estos gamberretes se les quitaban las ganas de seguir haciendo de las suyas. Aun así, los padres y madres, profesores, maestros, monitores, periodistas y comunicadores en general, deberíamos ir pensando en ponernos las pilas para intentar informar, formar y educar a nuestros jóvenes y en lo referido a cargos públicos y funcionarios en general, de las distintas administraciones municipales, autonómicas y nacionales, ya va siendo hora de ganarse el sueldo, que deberían estar al servicio de los ciudadanos y no solamente para calentar el sillón de su despacho.

  1. El mensajero de origen griego Dimitraki, durante los años 70 en Nueva York, firmaba como “Taki 183”. Probablemente “taker” y “takeo”, derivan de ahí.

El Malandrín de La Puebla.

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