EL APAGÓN

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Mayo de 2025

© María Yolanda Barbazán de la Cruz

A la memoria de Ruth Amarilis Rodríguez Sotomayor

¿QUIÉN ME HA ROBADO EL MES DE ABRIL?

Ha vivido en varios pueblos como Buitrago, Oteruelo, Canencia, Garganta. En la biblioteca de Buitrago conocen de su trabajo. 

Tenía que ser en Abril, el día no importaba tanto, pero era el mes, era su mes. En algún lugar debía estar escrito, y se cumplió.

Ella no estaba preparada, no había planificado nada, no se lo esperaba. Pensaba que al volver a casa todo seguiría como siempre, como lo había dejado once noches atrás.

Sus gatos la estarían esperando, sus libros, sus cosas, cada una en el sitio donde  ella lo tenía, a su manera, con su desorden, pero donde ella sabía que estaban.

Durante esas noches, sus michinos habían sido asistidos por sus amigas, por las mismas que venían atendiéndola desde hacía mucho tiempo, cuidando que tuviese las cosas que necesitaba, cuando le faltaba el dinero para llegar a fin de mes. 

Gracias a que una de ellas le dijo que cuidaría de ellos mientras estuviese en el hospital, accedió a ingresar.

Once noches sin sus peludos, los echaba de menos, no tanto a sus libros, pues se había llevado alguno para leer durante el tiempo que estuviese fuera de su hogar. 

No tenían que haberle dado el alta, ella tampoco lo quería, le habían recuperado la salud, pero aún era pronto. Tenía miedo de volver a la casa, sola, con la única compañía de sus gatos. Había visto las orejas al lobo. Alguna alarma se debió encender en su interior en las horas previas.  

Llegada la tarde, la ambulancia vino a recogerla. Debieron recorrer un largo camino hasta llegar a su destino. Se detuvieron a coger sus llaves a casa de un vecino del pueblo, quien le preguntó cómo estaba y la vio sonreír.

Paró la ambulancia frente a su portal y la ayudaron a bajar de la misma. Le debieron acompañar hasta la puerta de la casa y ella abrió y se metió dentro para que no se salieran los gatos. No le conectaron el aparato del aire, ya lo haría ella. La ambulancia se marchó.

Se sentó en el sofá y se fue a enchufar el aparato del oxígeno con el largo cable que le permitía moverse por la casa, pero no le llegaba suficiente. Se puso nerviosa. Llamó a una amiga para preguntarle que dónde estaba el cable más corto, ¡que no le llegaba el aire!, ¡que se asfixiaba!, ¡que se moría!. La amiga le dijo que llamara al 112 y lo hizo.

Cuando llegaron 8 minutos más tarde, se la encontraron sin vida caída entre el sofá y la mesa, rodeada de sus gatos, asustados, sin entender qué es lo que acababa de ocurrir. 

Fue un cúmulo de circunstancias aciagas y sucedió la noche del 8 de abril.

Pero si no hubiese sido ese día, hubiera sido el 28, cuando dejaron por más de 10 horas a todo un país sin suministro eléctrico, cosa que nunca antes había acontecido. 

Dirán lo que quieran decir y la gente se creerá lo que quiera creerse, pero ese día muchos dejaron este mundo en sus casas, solos, sin suministro eléctrico, sin ayuda estatal, sin piedad.

Daños colaterales, así los llaman en las guerras.

Yo lo único que sé es que mi amiga se tenía que ir en abril y lo demás son tonterías. 

Descansa en Paz, mi querida Ruth. 

A la memoria de Ruth Amarilis Rodríguez Sotomayor

Bibliotecaria, escritora, investigadora de las culturas preamericanas

19 de noviembre de 1947 / 8 de abril de 2025

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