Hay trabajos que no solo embellecen un pueblo, sino que lo llenan de alma. En Lozoya, esto pasa cada año gracias a un grupo de mujeres que, con ganchillo, paciencia y mucho cariño, convierten las plazas y las calles en un lugar donde la ilusión se toca con las manos, en un pueblo más acogedor y más vivo.
Todo comenzó con un árbol de más de cuatro metros en el centro de la plaza. Después llegaron las grandes cajas de regalo, el muñeco de nieve, las enormes bolas de Navidad… y, poco a poco, un belén que crece cada año y que ya forma parte inseparable de la Navidad en el pueblo. El nacimiento con los Reyes Magos a tamaño natural, Herodes y sus centuriones, y este año, como regalo inesperado, el anuncio del nacimiento a los pastores, ¿Qué nos ofrecerán el próximo año?
Cada figura es una pequeña obra de arte. Los visitantes se detienen, miran de cerca y se sorprenden con los detalles: las expresiones de los rostros, los rizos del cabello, las barbas de los Reyes, la ternura de los animales, el buey, la mula, la oveja. Todo está hecho con mimo, con horas de trabajo, con mucha creatividad y constancia, y sobre todo con mucho amor por su pueblo.
Gracias por demostrar que el arte también puede ser tejido, que la tradición puede reinventarse y que, cuando se trabaja en equipo, se crean cosas verdaderamente extraordinarias.



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