La necrópolis volvió a cobrar vida anoche con la representación de Agnes, el esperado espectáculo dirigido por Carmen Caballero y David Alarcón, que consiguió reunir a un público entregado y profundamente emocionado. En esta edición, la propuesta no solo cumplió expectativas: las superó con un despliegue artístico y técnico que convirtió la fría noche de noviembre en un viaje sensorial y humano difícil de olvidar.
Desde los primeros minutos, la atmósfera creada por la música de Neønymus y el espacio sonoro de La Mano Creadora envolvió a los asistentes en un entorno casi ritual. Los audiovisuales, firmados por David Alarcón y Rosa Blas Traisac, dialogaron con la piedra ancestral del enclave, potenciando la sensación de estar presenciando algo que trascendía lo teatral.
Las diversas interpretaciones de Agnes, encarnada sucesivamente por Rosa María Frontelo, Martina Martínez Catalina, Mar Casali, Ana Rodriguez, Elena Troyano y Gemma Melero Díaz, conformaron un mosaico emocional que permitió al público acompañar a la protagonista en todas sus etapas vitales. Fue precisamente esta pluralidad —este desdoblamiento poético del personaje— uno de los elementos más aplaudidos de la noche.
A su lado, los distintos “Jorges” —interpretados por Jaromir Garnier Sánchez, Alejandro García López y Nacho Serrano— sostuvieron con solidez las múltiples capas de poder, violencia y espiritualidad que atraviesan la historia.
Las viudas cotillas, las ensacadas, los monjes, el fiscal, el alguacil y el resto del elenco completaron un cuadro coral que, según muchos asistentes, “respiraba verdad”, en parte gracias al trabajado maquillaje de Nuria Fernández López-Cordón y Brian Roberto Simu, y al impecable trabajo técnico encabezado por Javier Cubillo y su equipo.
Más allá del despliegue artístico, Agnes volvió a recordar una historia que, aunque ambientada siglos atrás, sigue resonando en el presente. El público escuchó en silencio absoluto el relato fragmentado y doloroso de esta mujer maltratada por la vida y por una sociedad que castigaba la diferencia, en un escenario en el que la memoria histórica y la emoción se encontraron de forma orgánica.
Al finalizar la representación, la ovación fue prolongada y cálida. Muchos describieron la experiencia como “catártica” y “necesaria”, destacando la capacidad del espectáculo para poner luz —entre ruinas, sonidos y sombras— sobre los fantasmas del pasado que aún persisten.
El Ayuntamiento de Lozoyuela-Navas-Sieteiglesias, junto con el personal municipal y la extensa red de colaboradores voluntarios, volvió a demostrar que este proyecto no solo está consolidado, sino que sigue creciendo en ambición y sensibilidad.
Una noche que, según los asistentes, “costará olvidar”, y que confirma a Agnes como una cita imprescindible en el calendario cultural de la Sierra Norte.

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