DETESTO LA GUERRA Y AMO EL VERANO

Rosa Ortega Serrano

Cerca de casa está la piscina municipal. Las pandillas de adolescentes van y vienen concentrados en su propia belleza y en la de sus amigos ¡Es un placer ver pasar la vida camino del agua! Abuelas llenas de niños planean una merienda dulce, mientras animan a sus mascotas a llenar de excrementos el bosque circundante. La música se derrama sobre el valle y arrulla la siesta de los vecinos soñadores. 

Ha llegado el cine, los festivales solidarios, el circo, los clásicos de verano y el Arte Vivo a las villas de Buitrago, Rascafría y Bustarviejo. Las plazas y los comercios se llenan de veraneantes que dan de comer a los bares. Hay algún valiente que se atreve a llegar a los pinares y se sorprende ante tanta explosión de naturaleza. ¡Tan cerca de Madrid y tan bonito! Se les oye decir. ¡Qué peligro!

Los forestales supervisan las zonas de baño no autorizadas (que vienen a ser casi todas) y de paso ponen alguna que otra sanción. El fuego de la guerra y el de nuestros pinares sigue su curso.

 A pesar de este brote de lirismo veraniego tenemos varias razones para creer que no estamos solos en el universo. A fecha de 2022 hemos sido capaces de detectar más de cinco mil planetas fuera del sistema solar.  

Oigo en la radio que han matado cinco niños en un reparto de comida en Gaza ¡Bajad las cabezas! advierte alguno de los hambrientos. La entrega de ayuda humanitaria se ha convertido en una trampa para matar gazatíes desarmados. 

En las noticias cuentan que a un destacado político se le ha ocurrido que hay que cazar inmigrantes. Cazar significa en lenguaje coloquial “adquirir con destreza algo difícil o que no se esperaba”. ¿Cazaremos personas con la condición de emigrados que vienen o vinieron a trabajar a España? Ellos tienen hijos que son españoles y se parecen tanto a nosotros a nuestros hijos, a nuestros padres.   

Puede ser que en el futuro nos gobiernen unos señores cuyo discurso de odio y enfrentamiento recupere los ecos de la guerra civil. Puede ser que con la política y sus deportaciones pretendan resolver problemas sociales y económicos. Puede ser que unos pocos locos enciendan la llama de la crispación y dejen pelear al pueblo mientras fuman un puro, desde la atalaya de su ignorancia. 

“Nos quieren muertos (dice LAURA GÓMEZ RECAS) / y con ese odio han vaciado los estanques/ y han dentado al hambre/ en el inmenso territorio del desierto. / Pero hay humedad en nuestros ojos y el cilantro acicala nuestras manos/ contra la meseta del olvido”. 

”He sentido la mordedura del odio/ La soledad del hombre sin remedio, / la humillación del alma en los harapos… ME QUEDA LA PALABRA”, decía Blas de Otero”.  

Poesía del compromiso, de la denuncia y la esperanza. Imprescindible para mantener la indignación, aunque sea camino de la piscina.

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