Rafael de Frutos Brun
En otras ocasiones he dado algunas pinceladas sobre las costumbres, tradiciones o trabajos de nuestros abuelos en el pasado. Está claro, y es verdad, que nuestras mujeres y hombres han aprendido mucho haciendo lo que pretendían siendo autodidactas.
Hoy quiero hablaros de una nueva aventura emprendida por un gran ramillete de mujeres de Montejo. Algunas de ellas ya participaron hace algunos años en la fabricación de un gran manto de cuadros y flores de ganchillo que cubriría un bastidor de casi 5 metros de altura en forma de abeto para dar lugar a un colorido Árbol de Navidad. Estas 62 mujeres tenían entre los dieciséis años, la más joven, y los noventa, la mayor. ¿Han pensado ustedes la cantidad de puntos que tuvieron que dar y cuántos cuadros de flores de diferentes colores tuvieron que tejer para hacer el árbol? ¿Han oído o visto que en otro sitio hicieran lo que hicieron nuestras «artistas»? Pues bien, estaban «haciendo Montejo». Los mozos, maridos y novios hicieron el armazón donde colocar el manto. ¿Por qué? Sencillamente porque estaban contentos por participar y contribuir a seguir «haciendo Montejo».
Hoy, nuestras «artistas» han empezado un nuevo reto que creo que va superar al mencionado Árbol de Navidad. Anticipemos unas notas para situarnos. En los eventos importantes como podían ser las bodas, los bautizos, el Hornazo, la Pascua, la Romería, por san Juan o cuando nos visitaba el Gobernador Provincial o el Obispo, nuestros hombres y mujeres se ponían sus mejores prendas para el evento. Permítanme que someramente les diga cuál era el traje que las mujeres solían ponerse para dichos eventos.
Llevaban las mujeres pololos blancos, también blancas enaguas con puntilla, medias blancas hechas de punto por ellas, un manteo de paño de color rojo, morado o amarillo, una faltriquera, un delantal negro bordado, un corpiño y un pañuelo con flecos de 1,50 m. x 1,50 m. doblado en triángulo sobre los hombros que se anuda a la espalda. Y es sobre esta última prenda sobre la que quiero escribir hoy, el Pañuelo del Ramo.
Sí, porque 32 valientes mujeres y un hombre, mejor dicho dos, pues este último ya lo tenía empezado y lo estaba bordando en su casa, se han unido y se han propuesto hacer lo que nuestras abuelas, cada una por su cuenta, ya hicieron. Confeccionar sus propios Pañuelos del Ramo sobre esa pieza de tela de merino negro con múltiples hilos de colores creando enredaderas verdes con rosas, claveles o racimos de uvas entremezcladas sin que falte algún faisán o Ave del Paraíso. Algunos son modelos copiados de aquellos que eran guardados con ceremonia en las arcas de madera olientes a naftalina y envueltos en una sábana de lino. Otros son modelos nuevos o creados a partir de la inspiración de otros dos o tres.
En cada puntada queda prendido el paso del tiempo y la tradición atrapada, transmitiendo el valor del saber popular en la realización de estos coloridos pañuelos. Cuando sus hijas y nietas luzcan los pañuelos llevarán en sus hombros algo más que el trabajo de sus abuelas o madres, estarán rescatando para la memoria el inevitable olvido.
—¿De dónde vinieron los primeros pañuelos a España?
—Pues de China, pero comercializados a través del puerto de Manila, en Filipinas, cuando todavía era colonia española. Estos primeros pañuelos o mantones eran de seda pues la climatología allí no es tan adversa como por tierras de Castilla. Aquí pasaron a confeccionarse con lana, que era abundante, y se utilizaban como prenda de vestir y abrigo.
—Pero ¿si ya no hay ovejas merinas en España, de dónde sacan las piezas de merino?
—Han encontrado en Barcelona algo muy similar en Talleres el Rollo.
—¿Dónde los están confeccionando y qué días?
—Se están haciendo en el local de la Asociación Nazaret y, por motivos de espacio, se han dividido en dos grupos. Unos, los lunes. Los otros, los jueves. Y cosen cada día durante tres horas.
—¿Quién lo patrocina y organiza?
—Lo patrocina el Excelentísimo Ayuntamiento de Montejo de la Sierra con la colaboración de Ocio y Tiempo Libre y se organizan los mismos bordadores que están cosiendo los pañuelos. Es verdad que siempre hay alguien que tira algo más del carro, pero consensuando acciones.
Os felicito. Os habéis realizado como bordadoras. ¿Saben ustedes el número de puntadas que se pueden dar en tres horas? ¿Y que la aguja ha de ir al lugar preciso para que se formen esas filigranas? ¿Saben ustedes que están creando una obra de arte? Ya lo dejó escrito Benito Pérez Galdós en su novela «Fortunata y Jacinta»: “…[el pañuelo] al mismo tiempo señoril y popular, pues lo han llevado en sus hombros la gran señora y la gitana. Envolverse en él es como vestirse con un cuadro. La industria moderna no inventará nada que iguale a la ingenua poesía del mantón, salpicado de flores, flexible, pegadizo y mate, con aquel fleco que tiene algo de los enredos del sueño y aquella brillantez de color que iluminaba las muchedumbres en los tiempos en que su uso era general…”
Podéis y debéis presumir de artesanas, del arte de la paciencia, de la innovación y de hacer más grande el pueblo y por ello todos os felicitamos.
Rafael de Frutos Brun
Montejo de la Sierra
21-04-2025
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