ENCAJE DE BOLILLOS

Vivir en un pueblo es amar las rosquillas, escuchar el silencio, esquivar las garrapatas, disfrutar de una mirada infinita, comer huevos de gallina conocida, aprender el nombre de las flores, preocuparte por la salud de tus vecinos, levantarte temprano, andar por los caminos, dormir soñando…y sobre todo no querer vivir en otro sitio más que en tu pueblo.

“Yo nací para ser extranjera/aunque viva en mi casa”, escribía Gloria Fuertes. Si tienes que pensar que vives en un pueblo es porque no has nacido en él. Si eres uno de esos afortunados hijos del pueblo, vivas o no en el pueblo perteneces a él y nadie te dirá nunca que “eso o lo otro” es porque no eres del pueblo. Si te esfuerzas por ayudar a los vecinos, sonríes, cedes el paso a los ancianos o llevas la compra de las señoras mayores desde la tienda hasta su casa, todos dirán de ti que estás muy bien integrado.

Si te compras una casa, pagas el IBI, el impuesto del coche, consumes en el bar, en la tienda, tienes hijos y no te importa demasiado que algún vecino chismoso comente tu disoluta vida de convivencia extramatrimonial, logras disfrutar de ese entorno de conocidos y queridos.

  Confundir la realidad con el sueño puede hacer que consideremos que un pueblo es nuestro, solo por vivir en él. También puede ser que seamos emigrantes, sin papeles y con mucha necesidad de vecinos amables y hospitalarios. Puede ser que tengamos tres hijos, alquilemos una casa a un precio desorbitado, mantengamos el colegio abierto y colaboremos en el mantenimiento del bar y el supermercado y aun así algunos vecinos nos miren desde las alturas de su propia estupidez.

También puede ser que haga muchos años que Amina, llegase de África, joven y guapa y un lugareño se enamorase de ella, le pidiese casamiento y se quedase a vivir en el pueblo. Es posible que ese lugareño y la preciosa extranjera vivan felices en la casa familiar de él. Que ella le cuide en la salud y la enfermedad hasta su muerte y que desolada llore su ausencia. Mujer viuda y heredera de su casa y de sus bienes. Puede ser que una parte rancia de ese pueblo no rancio piense que ella ha de abandonar su casa porque la familia es la de sangre (en este caso la que te sangra). Puede ser que no haya justicia y esta mujer legal y legítimamente dueña de su casa, que pertenece al pueblo que habita, sufra el acoso de los malvados vecinos que acechan junto al camino en busca de una herencia que no les corresponde. Puede ser que haya que defender a los vecinos vulnerables de los vecinos sin escrúpulos.

Vivir en un pueblo es disfrutar de toda la gente buena que lo habita. Es identificar los ruidos, las alarmas, las sonrisas. Es vivir en comunidad. 

Del libro “La poesía es un revólver apuntando al corazón”

Roger Wolfe

LA CONDICIÓN HUMANA

La vida nos tiene

tan ocupados

con sus absurdas menudencias

(¿cómo comer mañana?, por ejemplo)

Que nunca recordamos

Lo que verdaderamente es importante.

Y ahora que lo pienso

No consigo recordar

Lo que me ha impulsado a sentarme

A escribir este poema.

Aunque seguramente carecía

Por completo de importancia.

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