SOBRE CAMINOS, PISTAS, CARRETERAS, VIAS FERROVIARIAS, EN LA SIERRA POBRE

Se me antoja, que el personal humano (ese homo que se autodenomina “sapiens”- nosotros-), no estamos lo suficientemente ilustrados en cuanto a derechos y tampoco deberes a la hora, por ejemplo, de circular a través de esos espacios que utilizamos a pie, en bici, motocicleta o automóvil.

Están los caminos por ciudades, esos que denominamos “calles, travesías, avenidas…aceras o bulevares”, que disponen de suficiente señalización y normativa para su uso, indicándonos por donde se puede ir, por donde no; que lugar es el apropiado para detenerse, aparcar, girar, etc. y a qué velocidad circular, en el caso de hacerlo en vehículo. Después están los que se extienden por zonas fuera de las ciudades: pueblos, aldeas, campo o montaña. Todo se encuentra regulado (aunque no siempre se cumple), para pesadumbre de listillos, abusones e infractores, de esos que se creen mejores que los demás.

Hay caminos públicos, privados; que dependen de las administraciones locales, autonómicas o estatales, como los que podemos encontrar en espacios naturales protegidos, por ejemplo. Están las cañadas, veredas y vías pecuarias, pistas forestales, etc. para cuyo paso se requieren – o no- algún tipo de autorización, por diversos motivos.

Que no se nos olviden tampoco las estrechas y sinuosas carreteras de montaña, en áreas rurales, que, si no utilizamos con prudencia, pueden suponer cierto peligro debido al propio trazado serpenteante, curvas cerradas, otros usuarios; ganado suelto, como: vacas, ovejas, cabras o caballos; animales silvestres, como: corzos, jabalíes, tejones, zorros, ardillas…que se pueden cruzar delante de nuestros vehículos en cualquier momento.

Para evitar problemas, es preciso circular siempre con prudencia, cosa que, por desgracia, muchos no respetan con más frecuencia de lo que sería deseable. Citare algunos ejemplos: Carretera M-135, de Lozoyuela a Mangirón. Dos acianos circulan por la calzada, por su derecha: de espaldas al tráfico. Es decir: no pueden ver quien les viene por detrás. Un poco más adelante, antes de llegar a Cinco Villas, una señora, con dos bastones de senderismo, haciendo precisamente lo mismo. Pasada la presa de Puentes Viejas, un grupo de unos 20 adolescentes, con sus monitores, circulan en pelotón por el carril derecho de la carretera, así, sin más y los guías o monitores, sin chaleco reflectante u otro tipo de señalización, es decir: nada.

Recuerdo con nostalgia aquellos carteles que, hace años, el organismo correspondiente colocaba, a la salida de las poblaciones y en los que se podía leer: “PEATÓN, EN CARRETERA CIRCULE POR SU IZQUIERDA”.

Subiendo el puerto de la Puebla, me cruzo con varios ciclistas que bajan a toda velocidad, tomando las curvas de tal manera, que terminan invadiendo el sentido contrario; detrás del grupo, otro, este iba solo, conduciendo su bici sin manos, mientras consultaba el teléfono móvil. El sábado siguiente, un estruendo viene de frente, me tengo que echar a la cuneta para dejar pasar a más de sesenta motoristas, todos en fila. ¿Es esto legal?

En carreteras de montaña, hay señalizaciones que indican la velocidad máxima a la que, como mucho, se debe circular. Parece que “algunos” usuarios no conocen, o han olvidado, el código de circulación y lo hacen sin preocuparse de respetar los derechos y la seguridad del resto de los ciudadanos.

En otra ocasión, subiendo desde Guadalix de la Sierra a Miraflores, varios grupos formados por entre 10 y 20 ciclistas, en pelotón y ocupando todo un carril, forman tapones que obligan a más de veinte automóviles, varias motos y una furgoneta de reparto, a circular a 20 km/hora, al resultar muy complicado su adelantamiento. Pues bien, cierto, son usuarios y tienen derechos, pero… ¡Hay! ¿y los demás?  ¿No existe alguna normativa que regule que, cuando ciclistas y/o motoristas, circulen en grupos tan numerosos, deban llevar a principio y al final del “evento” algún tipo de señalización? ¿Es preceptivo, además, algún permiso o autorización para utilizar la calzada de semejante manera?.

No me opongo a que estos usuarios, puesto que lo son, ejerzan su derecho a practicar su deporte favorito, pero nunca por encima de los derechos del resto de usuarios que, a lo mejor también van de paseo, o al ambulatorio más cercano, a la compra, a un recado o a llevar a un pariente a la parada de autobús, porque sucede que estos últimos, sí que viven en cualquiera de los pueblos de la zona y necesitan disponer de una vía expedita y libre y no convertida en un circuito deportivo. Me gustaría saber cuántos de estos usuarios multitudinarios disponen de seguro de accidentes e incluso pagan el impuesto de circulación.

Otro día, tomo la A-1 para salir de viaje y, puedo comprobar con pavor, que esta “autovía”, es una mezcla de yincana y Camel Trophi. Las arrugas, agujeros, rajas, parches mal puestos, deformidades varias…se suceden en esta, supuestamente “vía rápida”.  ¿las causas? Por un lado la fragrante falta de mantenimiento, por otra, una desmesurada cantidad de camiones con remolque y/o semirremolque, cargados con maquinaria pesada, vigas de hormigón, tractores agrícolas, motores para molinos de viento, barcos, casas prefabricadas y un largo etcétera, se suceden sin remisión por la autovía (pomposamente llamada E-5), colapsándola y deformando el firme con su peso, debido ello al calor del verano español, capaz de reblandecer el asfalto más caro (y de importación) que, rara vez vemos reforzado o sustituido por Fomento. Al mismo tiempo, la línea 102 de ferrocarril (el directo), que une Madrid con Irún, pasando por Riaza (con una estación de esquí), Aranda de Duero (ciudad industrial, estratégicamente situada para distribuir los famosos caldos de la zona) Lerma (importante y atractiva localidad monumental y turística); Burgos (¿Qué se podría decir de esta ciudad histórica, sin exagerar en absoluto?) Todo ello sin olvidar que la zona norte de la Comunidad de Madrid, es la única que carece de tren cercanías, lejanías y mercancías, con multitud de pueblitos que, con sus correspondientes estaciones (la mayoría, actualmente en ruinas), podrían gozar de un fácil y rápido  acceso de viajeros, por el atractivo que ofrecen, su arquitectura, naturaleza, paisaje, aire limpio y sus gentes amables y acogedoras que, sin embargo, sufren – sufrimos- lo indecible, cada vez que nos desplazamos a la capital, debido a los atascos y lentas comunicaciones por bus, que va dando tumbos por el intransitable carril derecho, ese que nos indica la guardia civil debemos utilizar siempre.

Para remate, parece ser que, este lugar en el que vivimos, al que alguna autoridad, pomposamente y para disimular el abandono que padecemos, cambió el nombre de “Sierra Pobre”, por el de “Sierra Norte”, ha sido escogido para todo tipo de competiciones y carreras. No sólo nos cortan en determinadas fechas las carreteras para llevar a cabo carreras de coches, bicicletas o lo que sea, sino que, además, los días previos y posteriores, estas se llenan de conductores enloquecidos que, o bien se entrenan para el evento programado, o para rememorar el ya acontecido, con el enorme peligro que esto conlleva. Para colmo, los miembros de clubes de automóviles deportivos, clásicos o de marcas de lujo, se reúnen en grupos de 25 o 30 coches, para recorrer todos ellos en fila, las estrechas carreteras por las que accedemos a nuestros pueblos, colapsándolas, así como las entradas, arcenes y pequeños aparcamientos de los mismos, atronando los pueblos y dificultando el tránsito rodado. Como si no existieran otros espacios en los que organizar y llevar a cabo estas competiciones, concentraciones y demás.

Pero, como digo y he afirmado en innumerables ocasiones y no me cansaré de repetir: por lo visto, hay ciudadanos de primera, de segunda …y de tercera regional y parece que estos últimos, vivimos todos en la zona norte de la Comunidad de Madrid.

  El Malandrín de la Puebla

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